Adela le faltan horas en el día, por eso disfruta como nadie de los minutos que le puede arañar a la jornada para sentarse tranquilamente a disfrutar del sol o para pasear por el campo, uno de sus ´hobbies´ preferidos. Es madre, agricultora, y empresaria turística; y desde septiembre presidenta de la agrupación de Yecla del sindicato agrario Coag. La primera mujer que accede a este cargo en la Región en esta organización, que tiene alrededor de 450 socios. «Ha sido un trámite tranquilo, casi lógico, de relevo generacional, puesto que yo formaba parte de la ejecutiva local y el presidente ya tenía ganas de dejar el cargo; yo no le doy tanta importancia», comenta.

Casada y madre de tres hijos (dos chicos y una chica de 13, 15 y 21 años), tiene 47 años y estudió FP2 de Administrativo, profesión que ejerció en una empresa del mueble en su ciudad hasta que llegó el momento de tomar el relevo de sus padres en el campo. El ´empujoncito´ final llegó con la crisis, cuando el despido llamó a su puerta. «Fue como un despertar, puesto que mi marido ya estaba llevando unas tierras de la familia; y pensé que era momento de volver al campo», recuerda. Independiente «totalmente» de su marido, Adela trabaja desde hace dos años las tierras heredadas propias y otras de la familia.

Son fincas de cultivo tradicional, en regadío, de olivo, almendro y viñedos. Reconoce que es muy exigente y que cada campaña intenta sacarle más provecho a sus tierras. No es muy difícil verla montada en el tractor o recogiendo los sarmientos de las viñas que luego utiliza en casa como leña.

«Hay que trabajar mucho, puesto que ningún año es igual en la agricultura», señala. Pero lo que sobre todo denuncia de este sector no son las condiciones climatológicas que puedan sufrir, porque eso va en el ´lote´, «son riesgos conocidos», sino otras cuestiones como los precios de mercado. «Hay que pelear mucho para conseguir que te paguen incluso lo que te ha costado producirlo; y es ahí donde debe entrar la Administración; no queremos subvenciones, sino precios justos y que nos paguen por encima de los costes», reclama. Es una lucha que algún día esperan ganar.

Tampoco ve muy clara la efectividad de la Ley de la Titularidad Compartida, que se aprobó en su día con la intención de sacar del ´anonimato´ a la mujer del campo. «Es la gran asignatura pendiente pero sólo creo que puede suponer un cambio en algunas determinadas zonas. Lo cierto es que la mayoría de las mujeres agricultoras, en la actualidad, somos autónomas...». Es, lamenta, una ley demasiado farragosa y a la que sólo pueden acogerse quienes han cumplido los 50 años. Y recuerda que hace seis años que se aprobó la norma y que sólo hay una mujer en la Región de Murcia que se ha dado de alta como copropietaria.

A Adela le gusta denominar agroturismo a la faceta de su vida al frente de la casa rural que regenta desde hace cinco años, también en Yecla.

Es el antiguo hogar de su abuela, que ella mima y al que le quiere revestir con las tradiciones del campo de antaño: desde la decoración hasta los productos que utiliza y el trato que da a sus clientes. «Es sorprendente que el municipio no sea excesivamente turístico, porque yo creo que tiene un potencial importante», comenta y, como ejemplo, pone lo que se podría desarrollar partiendo de las rutas del vino que hay organizadas.

Es un sector, el del turismo rural, que, dice, está por desarrollar en la Región, porque hay muchas lagunas y el Gobierno regional apenas ha hecho un ´copia y pega´ de la normativa de otras comunidades autónomas. «Falta formación y asesoramiento, porque no se trata de transformar la casa de la abuela en un hotel y ya está; yo, lo que sé, lo he aprendido por mi cuenta y si tengo la certificación es porque me he encargado de hacer el curso, que, por cierto, me costó mucho encontrarlo».