El catedrático de Fisiología de la Universidad de Murcia Juan Antonio Madrid comenta que en todo este debate abierto hay varios hechos objetivos a tener en cuenta:

El número de horas de sol cambia a lo largo del año. En Murcia, por ejemplo, el fotoperiodo más corto tiene lugar en el solsticio de invierno, a finales de diciembre. En ese momento la noche dura unas 14 horas y el día solamente 10. En cambio en el solsticio de verano (finales de junio), la noche se acorta hasta durar solamente 10 horas, mientras que el día es de 14 horas.

El cambio horario es un intento de aproximar nuestros horarios oficiales de reloj a los de salida del sol, con el fin de reducir el gasto energético que supondría trabajar fuera de las horas de luz natural. Esta razón, parece que cada vez tiene menos peso en nuestra sociedad ya que los horarios de trabajo se han expandido hasta ocupar parte de la noche.

Desde el punto de vista biológico, podríamos mantener el mismo horario a lo largo del año sin grandes problemas, evitando así los inconvenientes de la adaptación, dos veces al año a los cambios de horario. Pero, en este caso, el horario de elección en la península debería ser el de invierno durante todo el año, ya que solo mantiene una hora de diferencia con el horario solar y no dos como ocurre con el horario de verano.

Si adoptásemos el horario de verano durante todo el año, tendríamos que aceptar que durante parte del invierno veremos salir el sol en el camino al trabajo o incluso tras iniciar nuestra jornada laboral.

Esto puede ser especialmente problemático para los escolares y jóvenes, ya que de forma natural su reloj biológico les dificulta levantarse muy temprano.

Por tanto, para cualquier decisión que se tome se tendrán que sopesar con-juntamente las ventajas e inconvenientes, tanto desde el punto de vista energético como biológico y también cultural.