Cuando hablas con ella transmite esa vitalidad y optimismo de quien tiene claro que puede enfrentarse a cualquier contratiempo, por muy duro que sea. En su voz no hay ni un atisbo del cansancio que debe de producir una lucha tan grande como la que acaba de afrontar. El pasado mes de junio le diagnosticaron cáncer de mama y durante el tratamiento de quimioterapia, que acaba de terminar, escribió un diario en forma de cuento que acaba de publicar con el título Mariposas en la sangre.

El libro trata su experiencia con el cáncer, ¿cree que escribirlo le ha servido como terapia?

Empezó como una terapia para mí, pero también lo ha sido para los demás, ya que amigos y familiares me pedían que siguiera escribiendo. Como soy muy optimista me animé a publicarlo, como una forma de regalo a todos aquellos que estuvieron a mi lado.

¿Cuándo decidió emprender la tarea de escribirlo?

Cuando me diagnosticaron el cáncer la primera sensación fue que se me venía el mundo encima, aunque me dieron buenos pronósticos porque es una enfermedad que se puede superar. Como siempre me ha gustado escribir comencé a enviar correos a familiares contándoles lo que estaba viviendo.

¿A quién cree que ayuda más esta experiencia, a quienes están viviendo un cáncer o a sus familiares, para comprender mejor a lo que se enfrentan los pacientes?

Creo que esto le sirve a todo el mundo, está destinado a todos aquellos que lo necesitan. Además, eran las personas a quienes escribía las que me pedían que lo siguiera haciendo. Quizá haya una necesidad de conocer la enfermedad.

¿Qué encontrarán los lectores en este libro?

Está escrito en forma de diario, comencé el 19 de junio y terminé con la última sesión de quimioterapia. En él comento las seis sesiones del tratamiento que seguí en el servicio de Oncología del hospital Morales Meseguer y del que tengo un gran recuerdo; estoy muy agradecida a todo el personal por cómo me trataron.

¿Por qué eligió ese título, Mariposas en la sangre?

El título fue cosa de mi cuñada. Definió la enfermedad como una convulsión que me recorría la sangre. Recordaba que era como las mariposas del estómago que se sienten cuando uno está enamorado. Además, yo he hecho ballet y tengo una forma muy característica de andar, por lo que dicen que parezco una mariposa.

¿Cómo fue el momento en el que le dijeron que tenía cáncer?

Fui yo quien me noté un bulto en el pecho y a los pocos días vi que estaba creciendo. Tengo un hermano radiólogo, así que hice un ejercicio de empatía, me armé de valor, y le llamé para decírselo. Me hicieron una radiografía, una biopsia y me lo confirmaron. Fue mi hermano quien llamó a casa y como yo no estaba se lo dijo a mi marido.

¿Cómo lo vivió él?

Los hombres afrontan las cosas de forma distinta y se agobian más. Ser acompañante de un paciente también es muy duro, quizá hasta más.

¿Y sus hijos, porque tiene cuatro?

Sí, tienen 13, 11, 9 y 6 años. Los niños lo llevan con mucha más naturalidad que los mayores. Primero se lo dije al mayor, porque me encontró llorando en la habitación. Los tres pequeños se enteraron de golpe y la pequeña me tiraba del pelo preguntándome si se me caía ya. Incluso los niños me ayudaban a quitarme el pelo cuando se me caía, junto al cubo de la basura

¿Cuál fue el momento más duro?

Tuve tres episodios malos: cuando me enteré del diagnóstico, al despertar de la operación y con la caída del pelo. Pero si te hundes no solucionas nada. Hay que afrontar las cosas, no sólo por una misma, sino también por quienes te rodean.

¿Qué diría a esas mujeres que acaban de saber que tienen cáncer?

Hay que valorarse a sí misma y creerse capaz de superar el dolor; realizar esfuerzos y acordarse de Scarlett O´Hara: «Deja de llorar, ya llorarás mañana»; no quejarse más de la cuenta, ya que sólo sirve para que el médico te dé calmantes; tratar de vivir con alegría; no compadecerse de sí mismo; y pensar en los de que te rodean más que en ti mismo.