Hubo un tiempo en que Cartagena fue la joya de la Región en cultura, música, bares de copas, tascas, tiendas... Hasta el punto de que toda la Región, incluido la gente de la capital, acudían a Cartagena y daban categoría y vida a nuestra trimilenaria ciudad.

Los tiempos fueron cambiando, Cartagena se hizo mayor y le costó evolucionar en el tiempo. Quisieron abrirla al mar y pincharon. Pero los cartageneros se acostumbraron a los tiempos complicados, con la pérdida de los militares de reemplazo, la remodelación de la Bazán... Los pequeños empresarios que antes dependían de estos buques nodriza sufrieron en sus carnes tales golpes para sus pequeños negocios

Ahora, Cartagena cual Ave Fénix, y apoyándose en la puesta en valor de parte de su patrimonio arqueológico y cultural, empieza a despertar. Olvidando aquellos tiempos comienza a adaptarse y a apoyarse en el turismo cultural y de ocio. Renace de sus cenizas para abrir nuevos negocios en el centro de la ciudad donde la respuesta es espectacular.

Al pie del Faro de Navidad Salvador apuesta con un restaurante, 'El Chalé', que ya precisa de un parking más grande dada la demanda de clientes; en la plaza de los tres Reyes Alfonso Martínez da un toque sevillano y abre el 'Zócalo'; en la calle Jara 'La Uva Jumillana'; junto al Molinete, Diego Morales (hijo) abre el restaurante 'Las Termas'; a muy poca distancia y también en la calle Honda se encuentra el 'La Pañería'; A muy poca distancia de éste, Miguel, el hijo de Salvador de 'El Chalé' abre la 'Bodega El Macho'; muy cerca del Teatro Romano y de la Catedral, Eugenio Ayala, en la calle Cuatro Santos, instala en la ciudad una gran discoteca con distintos ambientes, 'Tántalo', en la que los cartageneros y visitantes pueden disfrutar sin necesidad de coger coche; y así hasta más de veinte establecimientos de hostelería en el plazo de unos meses darán servicio a los miles de visitantes y a los propios ciudadanos de Cartagena.

La ciudad se descubre a sí misma y lo hacen los pequeños empresarios que arriesgan sus euros haciéndola más bonita, dinámica, comercial e importante. Vaya mi reconocimiento a estas pymes con agallas en los tiempos que corren. Tomen nota los señores de los ladrillos que siguen agazapados esperando que escampe para volver a construir como siempre, con el dinero de los demás vendiendo maquetas. Estos valientes que abren sus pequeños negocios con sangre, sudor y lágrimas sí son empresarios. Pero nuestra ciudad departamental siempre estará incompleta sin una feria taurina que iría estrechamente ligada a todo el comercio en general y a la hostelería en particular.