Así, en la plaza de San Francisco, al mediodía, varios niños bailaban al ritmo de la música, mientras que en la plaza de San Sebastián, cuatro actores sorprendían al público que accedía a la Puerta de Murcia o que entraba en la calle Mayor. Una sencilla alfombra roja y unos micrófonos fueron más que suficientes para que los actores captasen la atención del respetable, con su comunicación no verbal, sus palabras y, cómo no,, sus particulares aderezos, que no pasaron inadvertidos para nadie.

Lo mismo ocurrió en la plaza del Ayuntamiento, y por la tarde continuaron las representaciones en varios pueblos.