Hoy he estado por dejar mi artículo en blanco. Finalmente no me he atrevido por temor a que fuese considerado como el mejor escrito de la temporada, lo que me pondría en un serio aprieto para las próximas entregas. Ahora que se vuelve a reponer en los cines La historia interminable, basada en parte de la narración de Michael Ende, la ocurrencia venía a cuento por aquello de manifestar los estragos destructivos del avance imparable de la Nada que, ante nuestra impasividad, se va apoderando de todo lo que nos rodea.

La amenaza se cierne sobre nosotros y estamos sumidos en una profunda desolación, como aquella que sentimos todos cuando se hundió Artax, el caballo blanco de Atreyu en los pantanos del mar Menor de la tristeza. No quiero ser aguafiestas. Estamos en verano, una época propicia para el relax, el disfrute del mar, la naturaleza, la gastronomía, los amigos y los placeres del cuerpo y de la vida. Pero a poco que leamos en el libro del día a día, vemos que el dolor nos rodea. Hay muchos que se van hundiendo a nuestro alrededor, sin que atinemos a hacer nada. Y los ahogados ya no están lejos, sino entre nosotros, que vivimos cada vez más aterrados por esos ojos malignos de la barbarie que en cualquier momento y en cualquier lugar, como Gmork, el hombre lobo, se nos lanzan con su odio a la yugular. Nos hemos creado un mundo de fantasía que se nos desmorona. No aprendemos de nuestros errores, ni nos metemos en el tajo, de una vez, como hizo Bastián, sino que nos quedamos al otro lado.

Acabo de venir de ver el Molino de Pepe Luengo, en El Algar. Mi compañero Pedro Esteban, Presidente de la Liga Rural y Amigo del Monasterio de San Ginés de la Jara, nos ha dado la mala noticia por whatssApp: Una gran empresa de las que todo lo arrasan para plantar lechugas en el Campo de Cartagena, ha comprado el molino y el huerto circundante. Quienes conocen el lugar o han venido a alguna ruta guiada o a la fiesta de los Molinos que organiza la Liga, saben de lo que hablo. El molino de los Luengo, construido en 1910 es un imponente ejemplo de los molinos modernistas que, en la actualidad, sigue sacando agua del subsuelo con sus diez impresionantes brazos de vela latina. Un verdadero peligro para el corazón de tanta belleza y fortaleza que derrocha este gigante de ladrillo visto. Todo un espectáculo que se puede observar desde la autovía hacia La Manga, sobresaliendo su perfil recortado entre el Mar Menor a sus espaldas y el verde infinito de unos cuidados y antiguos huertos, siempre preñados de flores y de frutos.

Pues ha llegado La Nada. Esos huertos que rodeaban al molino, con sus frutales de todas las variedades, han sido arrasados para obligar a la tierra a dar más beneficio a corto plazo y producir muchas cosechas de lechuga en cada temporada. Hagamos caja mientras no reviente el mundo y la laguna. A la mierda ese espectáculo impagable de ver lo que eran los huertos más cuidados y hermosos que jamás he visto. A la mierda el reino de la belleza custodiado por el bravío velero de tierra adentro. Hay cosas peores, es cierto, como la educación o la sanidad o las pensiones, de futuro incierto con tantos recortes. Qué dóciles somos, los hemos hecho muy ricos pero ellos nos han desvalijado. Alimañas insaciables. Hay quien ya dice que el mundo se desmorona y nosotros buscando pokemons.

Estos días he tenido que ir al hospital de Santa Lucía en varias ocasiones. Es duro. Hay mucho dolor y desamparo, un mundo que la publicidad y los selfies nos ocultan. Hay falta de personal y de recursos porque se han gastado los cuartos en su fiesta de la corrupción, pero la esperanza no nos la quitan. He visto gente valiente, entregada a su trabajo de ayudar a los demás como si en ello les fuera la vida. Grandes profesionales. También he visto defensores de nuestro entorno, del patrimonio y de los que no pueden irse de vacaciones. Mientras los políticos se echan las culpas los unos a los otros, los ciudadanos tenemos que coger al dragón Fújur por las orejas, y lanzarnos a volar por todo lo que creemos.