Nos azotan vientos de tormenta, tiempos duros y enigmáticos peligros. El viaje es largo y nuestras fuerzas limitadas, pero el mar y la historia están de nuestro lado. Heredamos de nuestros mayores una tierra hermosa y un pasado heroico. En nuestras manos está ser dignos sucesores o bastardos descastados. El orgullo, nuestro pecado y virtud, ha de ser la fuerza que nos ayude a unirnos para vencer al enemigo. Que el cielo sea azul sobre nuestras cabezas y nuestro corazón generoso, que el mar traiga pesca y nuestros campos verdeen, que no nos falte el trabajo, ni a nuestros hijos futuro. Que los dioses nos oigan y la Caridad nos guíe. Que en nuestras miradas se encienda nuestro gran secreto compartido: Tierra sonríe/sonríe porque tu amado llega/ Amor me diste generosa/y amor te devuelvo/amor indescriptible y apasionado».

Inicio este artículo con un fragmento del artículo 2 de la célebre Declaración de Independencia de la República de Cartagena, que recordábamos hace unos días en una tertulia con buena gente y frente a un extraordinario café en Confitería La Fama, donde las tostadas son de un pan especial que elabora ese gran profesional que es Asensio Bernal, rociadas con un aceite tan puro que la reunión se hace, si cabe, más agradable. Son grandes y enriquecedores los contenidos de nuestros coloquios, en los que participamos amigos de la Trimilenaria, que la sentimos y la vivimos.

De la República nos trasladamos a otra época de gloria para la ciudad, como comentaba Emilio haciendo una referencia a nuestras singulares fiestas de Carthagineses y Romanos. Cuando Aníbal cumplía siete años como sufeta, la oligarquía púnica lo denunció ante Roma, y este no tuvo más remedio que exiliarse de su patria en un largo periplo que lo llevó a la corte de Antíoco III el Grande. En ese lugar, parece ser, coincidieron Escipión y Aníbal. En el transcurso de una entrevista, el romano preguntó al púnico quiénes eran en su opinión los tres mejores generales de la historia. Aníbal contestó por el siguiente orden: Alejandro, Pirro y él mismo, lo que Aníbal justificó diciendo que, de no haber sido derrotado en Zama, él hubiese sido más que el gran Alejandro. Una de las historias que cuentan de este último personaje lo relacionan con ´la solución alejandrina´ para desatar el nudo gordiano. Filosofía atrevida que se ve plasmada en una frase atribuida a su gran admirador púnico: «Hallaré un camino o me lo abriré».

Parece ser que esta última frase engendra la misma filosofía en Cartagena cara a las próximas elecciones municipales, a las que concurre una singular y variopinta sopa de letras, y no me refiero a los grandes partidos nacionales, sino a los de aquí. A muchos de sus líderes los conozco y les tengo en gran estima y consideración. Otros, no tan cercanos a mi círculo de amistades, son grandes profesionales, de mente despierta, y... vivir para ver, no me creo que se esté creando esta situación. Lo cierto es que, entre todos, con tantas diferencias y tanta división, donde antes había un partido, ahora hay seis. Esto está provocando tal mareo a los votantes, que no sería raro que se abstuvieran. Ni ellos ni Cartagena se merecen este escenario. Aquí, en vez de crecernos enanos, nos crecen partidos. No entiendo muy bien cuál es la razón última de tanto grupo político; al fin y al cabo todos parecen defender los mismos intereses. ¿No es posible llegar a un entendimiento razonado? ¿Es necesario que las urnas hablen para que causen frustración a tantos años de trabajo? ¿No es posible realizar la suma de las partes? Uno tendrá que dirigir, mejor o peor. Algunos son de la opinión que no todo suma, pero creo que se equivocan; unidos todos suman, son más fuertes, mientras que por separado son más vulnerables, y a su vez, lo es también Cartagena. Lo peor es el sentimiento de abandono y frustración que esto produce entre muchos de los votantes al apreciar que, entre los grandes problemas a solucionar en el día a día, está el encontrar a sus líderes divididos. Converger parece difícil. Siendo prácticos, no hay mercado para tantos partidos locales, y al final ninguno obtendrá representación. La formación de Convergencia Ciudadana del Sureste ha entrado de lleno a pedir ante la opinión pública unidad y participación, dos fórmulas impecables de todo programa ganador, y realizado en convocatoria abierta en la prensa escrita para que todo aquel que tenga inquietudes se incorpore.

En fin, yo no soy quién para dar consejos, y menos en política, pero a poco tiempo de saltar al terreno de juego, como se diría en el mundo del fútbol, y aunque los equipos que marcan diferencia son lo que son y no existe duda de su poder, su situación y la diferencia de puntos entre el líder, el segundo y el resto de clubes en competición, lo ideal sería unir fuerzas con los mejores de cada uno y hacer un buen equipo para competir en una liga como la que tenemos, en la que los resultados se conocen por la trayectoria durante la temporada. En definitiva, que no le demos la razón a Groucho Marx cuando decía: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar un remedio equivocado».