En una sociedad hipersexualizada, el sexo ha pasado a ser un producto que abunda, de fácil acceso, rápido de practicar. De alguna manera, cuando un producto en el mercado es fácil de conseguir se puede rebajar su precio. Salvando las distancias, algo así pareciera ocurrirle a las relaciones sexuales. Se reducen cada vez con más frecuencia a un contacto genital, se dice que el sexo, sólo es sexo.

A continuación algunas de las frases que reflejan esta realidad:

"Le dije que sólo era sexo pero se montó una película en su cabeza de que habría algo más"

"La verdad es que no se si preguntarle algo o no, no sé si siente algo más por mi o sólo me ve como un rollo".

"Hace dos años que sigo pillada por el, en realidad es mi culpa, dijimos que sólo sería sexo, pero empecé a sentir y ahora no consigo quitármelo de la cabeza".

Son algunas de las cosas que escucho en consulta de jóvenes, y no tan jóvenes, después de haber tenido relaciones sexuales de forma esporádica.

El sexo ha dejado de ser un tabú, sin embargo hablar de amor parece cada vez más vergonzoso.

Los genitales parece que se han desvinculado de la persona. Es como si los llevaras en el bolso, conoces a un tipo interesante y cada uno compartiera una interacción genital que sólo se queda allí y que no afectará de ninguna manera a la persona en su conjunto. Sin embargo, reducir el sexo a eso es un gran error ya que los genitales están en nuestro cuerpo y, por lo tanto,

conectados a nuestro cerebro.

Nuestra genialidad está conectada a nuestro cerebro. Y, ¿qué ocurre en nuestro cerebro cuando tenemos sexo? Una explosión. Si, una explosión química de dopamina, vasopresina, endorfinas y oxitocina (por mencionar algunas de las más importantes). Sólo esto ya nos indica que cada relación sexual cuenta, aunque sólo sea "de una noche". Sabemos cómo estamos antes de un encuentro, pero no podemos saber con total seguridad que ocurrirá después. En algunos casos, basta una sola experiencia negativa para condicionar el rumbo de la experiencia sexual de la persona. Por ejemplo, un hombre que en un encuentro fortuito pierde la erección y se bloquea, puede ser suficiente para pasar a la siguiente relación sexual con ansiedad por "hacerlo bien".

Esta ansiedad precisamente puede volver a inhibir el reflejo de la erección. He tenido casos de personas que comenzaron así y, que años después, vienen a consulta con la misma situación.

El sexo es una conducta, esto significa que está vinculada a las emociones y a los pensamientos.

Ocurre en cualquier esfera de nuestra vida, no hay conducta que se pueda desvincular de nuestros sentimientos y pensamientos. Por eso, advertirle a la persona con la que te vas a acostar de que no se espere nada más, que sólo va a ser sexo, no siempre funciona. La otra persona puede generar todo tipo de sentimientos y desarrollar expectativas después de la relación. Y no es la relación la que va a determinar cómo nos sentimos, es nuestra interpretación de lo ocurrido.

En el Instituto de la Pareja, recibimos cada vez a más personas que vienen porque hace meses o años que se han quedado "enganchados" a alguien con quien tuvieron relaciones varias veces "sin llegar a más". Se sienten culpables por haberse enamorado, confusos por sentir una contradicción interna, atados por no poder avanzar. A veces, parece que esto de las relaciones se trata de un juego donde pierde el primero que siente. Podemos desnudarnos, podemos explorar nuestros cuerpos y, sin embargo, no podemos hablar de lo que sentimos.

Podemos decir que es sexo sin compromiso, pero nunca que "sólo es sexo". Aunque hay personas que llegan a "anestesiar" sus emociones, o a ser inconscientes de ellas, eso no significa que no hayan sentimientos. Puede que tengamos sentimientos de rechazo, de indiferencia, de placer, de tranquilidad, de amor, etc. No podemos no sentir porque es una condición humana inherente a la conducta. Así que cuando vayas a tener una relación sexual, además de fijarte en

utilizar protección para tus genitales, asegúrate de proteger también tu corazón dándote valor.