Si ellos hablaran

Los animales pierden una vez más

Los animales pierden una vez más

Los animales pierden una vez más

Raúl Mérida

La nueva ley de protección y bienestar de los animales aprobada por el gobierno ha sido, por encima de todo, una inmensa oportunidad perdida. Nadie está contento con el resultado y, lo que es peor, han perdido de nuevo los animales. 

El consenso siempre es fundamental, sobre todo en aquellos temas que son bienes comunes. El bienestar y la protección de los animales, sin duda, lo son, y han de ser protegidos desde el acuerdo.

Por lo tanto, si una ley como ésta ya de entrada no tiene la suficiente flexibilidad y cintura como para incluir en la misma a los perros de caza, no puede aprobarse a costa de pagar un precio tan alto. En ese caso y antes de sacarla adelante, hay que sentarse a hablar con cazadores, ganaderos y cualquier colectivo afectado. No cabe la opción de imponer nuestro criterio a toda costa. Hay que negociar, ceder y conseguir que todos se sientan cómodos dentro de la norma. La democracia es el gobierno del pueblo, sí, pero no contra el pueblo.

En cualquier caso, la ley comenzó mal desde el principio. Primero, se realizó sin contar con los expertos. Ni siquiera participaron los veterinarios. Solo un grupo de estrechos colaboradores de la Dirección General de Bienestar Animal, aparentemente sin más conocimiento que su propia ideología, la redactó. No hubo reuniones con colectivos, asociaciones o científicos que hubieran podido darles distintos puntos de vista. Así las cosas ¿qué podía esperarse de la misma? Nada bueno.

Por eso, la redacción de esta ley no se ha basado en unificar criterios, ni en buscar aquellas cosas que pudieran establecer puentes entre las diferentes opiniones, al contrario, sólo se ha pretendido incidir en todas aquellas que pudieran separarnos, destruyendo cuantos puentes de diálogo pudieran existir. En realidad, no es nada nuevo. Se trata de la típica estrategia basada en resaltar la diferencia para sobresalir del grupo.

Esta ley lo único que ha conseguido es avivar aún más las posiciones de intolerancia hacia los animales, lo que resulta tan mezquino como peligroso. Bastante tienen los pobres animales con vivir en un país en el que cuesta mucho que se les respete, como para, encima, ser usados con la única intención de ponerse una medalla y, ya de paso, conseguir el correspondiente rédito político. Pobres animales. Nada ha cambiado, una vez más han sido utilizados.