Se hallan en el mar, en bosques o en mitad de la vía pública, a veces íntegros y en ocasiones en muy malas condiciones. Pero no importa, porque en un tercio de las ocasiones los especialistas en ADN de la Guardia Civil ponen nombre y apellidos a los restos óseos que se encuentran.

Este es el trabajo del Área de ADN Mitocondrial -el que se hereda de la madre- de la Guardia Civil, incluida en el Servicio de Criminalística y cuya labor se conoce como programa Fénix, aunque éste en realidad finalizó en 2010, cuando la Universidad de Granada dejó de colaborar en las identificaciones y todo el trabajo lo asumió el instituto armado.

Desde la puesta en marcha de este servicio en 1999 hasta 2012 -los datos de 2013 no está disponibles- estos expertos han estudiado 1.331 casos de los que han resuelto 392.

Un ejemplo es el accidente aéreo de Barajas de agosto de 2008, en el que fallecieron 154 personas, tras el que este equipo identificó todos los restos óseos que lo requirieron «en un tiempo récord para ese momento»: diez jornadas en las que trabajaron día y noche tomando muestras a decenas de familiares y cruzando datos.

Antes de entrar en sus dependencias, cualquier persona que no haya estado previamente tiene que dar una muestra de saliva, frotando la boca con un cepillo, para que su ADN quede registrado. También hay que ponerse una bata y una mascarilla.

Así se evitan contaminaciones y, en caso de que se produzcan, se sabrá que el ADN «intruso» es de un visitante, ya que una de las prioridades es garantizar la fiabilidad de los resultados.

El sargento Gonzalo Durán Ábalos, especializado en este trabajo, muestra un trozo de fémur mojado que será expuesto a un proceso de secado, se limpiará y se someterá a un proceso de rotura por criofracturación -a base de nitrógeno líquido- con el que se convertirá en polvo. Ese polvo pasa por varios procesos más hasta que se obtiene la identificación genética.

Esos datos se introducen en una base que se compara con otra en la que está el ADN de familiares de personas desaparecidas y, en un tercio de los casos, los restos óseos reciben nombres y apellidos y su familia da por finalizada una búsqueda de días, meses o años.

Sobre este porcentaje, el sargento Durán explica que «hay muchos casos que no se van a resolver nunca, porque son restos óseos proveniente de naufragios de pateras y sus familiares no van a reclamarlos».

Además, «España recibe mucho turismo y si los familiares del desaparecido no saben que estaba en España, puede ser que tampoco lo reclamen». Otros restos han sido encontrados en fosas comunes cavadas durante la Guerra Civil y ningún familiar los ha reclamado.

«Si hay denuncia por parte de familiares sí que sale, aunque el hueso esté muy viejo y en malas condiciones, porque si se estudia con cuidado y hay un poco de suerte se obtienen resultados», asegura el sargento.

La identificación por ADN es el método más utilizado actualmente por su rapidez y por su fiabilidad de casi el cien por cien (el 99,999999 % exactamente), de manera que «no da lugar a dudas» cuando hay abierta una investigación, según Durán.

Desde 1999 se ha avanzado mucho tanto en métodos como en formación y ahora España está al mismo nivel que otros países europeos y que Estados Unidos.