Entrevista

Eva Saldaña, directora de Greenpeace España: "Cada individuo es un actor relevante para provocar cambios"

La directora de Greenpeace España realiza una conferencia en la Fundación Mediterráneo de Alicante el próximo martes 16 de abril, a las 19 horas

Presentada por Jorge Olcina, repasará los grandes retos que tenemos como sociedad y centrará su discurso en las necesidades de la provincia

Eva Saldaña, directora de Greenpeace España, en una imagen de archivo.

Eva Saldaña, directora de Greenpeace España, en una imagen de archivo. / INFORMACIÓN

Juan Fernández

Eva Saldaña Buenache (Madrid, 1977), licenciada en Ciencias Biológicas, es Directora ejecutiva de Greenpeace España. Desde hace décadas ha organizado y liderado diversos proyectos de cooperación y desarrollo ecosociales, muchos de ellos centrados en comunidades de jóvenes y futuros ecologistas. Ahora, visita Alicante para llevar a cabo una ponencia centrada en mostrar que el actual modelo socioeconómico se basa en un crecimiento ilimitado y en la concentración de riqueza en unos pocos.

La activista visitará la provincia el martes 16 de abril, a las 19 horas, en la Fundación Mediterráneo. La entrada es gratuita hasta completar aforo y la charla estará moderada por Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante. De esta forma, hablará sobre los retos que la sociedad tiene a corto y medio plazo, y centrará su discurso en hablar de las consecuencias que estaba viviendo Alicante con respecto al cambio climático.

¿Cuáles son los temas que van a centrar su conferencia en Alicante?

Lo primero que voy a hacer un viaje por los grandes retos que enfrenta la humanidad en este momento, que resumiendo mucho son la emergencia climática, la pérdida de biodiversidad y la gran crisis de desigualdades. Todo lo que pone en tela de juicio el bienestar social. Una vez que muestre un poco qué significan esos retos y qué impactos están generando, intentaré ver el camino que hay que transitar. Porque las raíces de esos grandes retos están en el modelo socioeconómico imperante, un modelo muy devastador, capitalista, extractivista... Y trazaré algunos puentes por los que hay que transitar para encontrar posibles soluciones.

La ponencia se titula Sí hay futuro y tenemos que construirlo entre todas a pesar del pesimismo creciente que hay con respecto a la situación del planeta.

Porque es posible. Lo que nos hace falta es una transformación cultural muy profunda y eso pasa por que haya nuevas narrativas y nuevos imaginarios. Lo que tenemos que elegir es a qué le ponemos voz. Estamos en un modelo en el que el valor lo tiene el dinero y necesitamos construir un modelo en el que el valor lo tenga la vida y en el centro esté el bienestar de las generaciones presentes, pero también el de las futuras.

Cada vez más jóvenes se están concienciando con la problemática de la emergencia climática y se están uniendo a movimientos de acción, pero, ¿es suficiente con esto?

Las cifras de las encuestas más recientes marcan datos muy elevados de concienciación frente a la emergencia climática. Y no solo de gente joven. Pero hay que dar un paso más y apostar por otra serie de políticas. De hecho, estamos celebrando que la semana pasada las KlimaSeniorinnen, que son un grupo de señoras cuya media de edad supera los 68 años, consiguieron que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenase al gobierno suizo por no estar haciendo nada para protegerse frente a la emergencia climática. Ahora Suiza va a tener que implementar políticas que protejan a la ciudadanía. Casos como estos evidencian que las personas se mueven y que consiguen cosas. La clase política se ha desconectado de su rol esencial, que es servir al pueblo que le vota.

¿Se debería apostar por inculcar esta filosofía en colegios e institutos?

El paso adelante sería bueno que se diese en la educación pública porque estamos viendo que no sirve solo con un voto. A veces, incluso cuando se han conseguido cosas importantes durante una legislatura, ha llegado el gobierno siguiente y ha hecho retrocesos gigantes. Hay dos elementos importantes. Uno es que deberíamos pedir pactos de Estado ecológicos, como una garantía de gobiernos que se pasen el testigo unos a otros y que no retrocedan en lo que supone la protección del bien común y la protección de todas. Y, por otro lado, que mejoremos y aumentemos la democracia deliberativa. Es decir, que la ciudadanía sea protagonista de este cambio. No vale solo con que sean los gobiernos los que solucionen esto, son cosas demasiado importantes como para dejarlas exclusivamente en sus manos.

¿Cree que hay gobiernos utilizando la situación climática únicamente como panfleto político?

Yo creo que hay una tendencia en Europa hacia discursos populistas, más aún con la entrada de la ultraderecha y, por consiguiente, una represión de los derechos a la protesta pacífica. El otro día se filtró la Agenda Estratégica Europea y nos mostraba el fuerte apoyo a la remilitarización. Eso significa que va a seguir habiendo mucho más dinero para armas que para la verdadera seguridad humana, que es la protección frente a la emergencia climática y la restauración de la naturaleza.

Porque hay electores votando estas políticas.

Por supuesto, y esta tendencia incluye el cortoplacismo. Quiero ganar las elecciones europeas y echo para atrás medidas tan importantes de protección de la naturaleza como las que estaban en la PAC. Veo la situación de Ucrania y entonces me planteo invertir mucho más en todo lo que es el espacio militar, pero no me planteo qué pasará con las generaciones futuras y con el planeta, el único hogar que tenemos.

Hay consecuencias del cambio climático como el aumento de las temperaturas.

Si hablamos de Alicante y del arco mediterráneo en general, en el mejor de los escenarios, la temperatura va a aumentar dos grados de media. En el peor de los escenarios, puede aumentar hasta 5. Estamos hablando de una zona de litoral que en un futuro cercano, podrá tener temperaturas mínimas anuales por encima de los 15 grados de media. Esto es grave y tiene impacto, no solo para el planeta, sino para el sector de la agricultura y para la salud de las propias personas. Cuando no tienes temperaturas suficientemente bajas por las noches, el cuerpo no tiene capacidad de recuperación, al igual que le pasa a los ecosistemas. Se generan olas de calor intensas más frecuentes, pudiendo durar hasta más de 30 días o incluso hasta dos meses en los peores escenarios, sobre todo en el interior de la provincia.

¿En qué más se refleja?

En, por ejemplo, la menor vegetación en la provincia. Esto genera una mayor tendencia a sequías más intensas y largos periodos sin ninguna precipitación. Todo esto es una rueda, si tienes menos precipitaciones, se genera sequía, los suelos están más secos y tienes más probabilidades de inundaciones. Pensando en positivo, Alicante cuenta con un ejemplo interesante de adaptación como es el Parque inundable La Marjal, que permite frenar el efecto de la escorrentía en la zona cercana a la Playa de San Juan, generando un espacio verde para la ciudadanía que, encima, provee de valor social a la zona.

Pero esto no se puede frenar solo con acciones individuales.

Tienes razón, no vale con que España adapte medidas si luego África o India no pueden, porque planeta solo hay uno, pero si se generan los mecanismos suficientes de financiación, de reparación de daños, de restauración, y de transformación, surgen soluciones. Y creo que se ha demostrado que el ingenio que tiene la humanidad sirve para este tipo de cosas. Pero para ello hay que poner el foco en el cuidado de la vida frente a los beneficios extraordinarios de las grandes corporaciones.

¿Entonces de qué sirve que la gente recicle si gran parte del CO₂ viene generado por grandes empresas?

Yo creo que cada gesto es importante. No podemos despreciar absolutamente nada en la situación en la que nos encontramos. Es verdad que la ciudadanía tiene que dar un salto y pasar de gestos individuales a colectivos. En la Comunidad Valenciana se estaba avanzando en estas vías y eso es un camino a seguir. Ya no depende solo de reciclar o no coger el coche, sino de hacer gestos colectivos que tengan un impacto en positivo.

Pero, en este caso, las responsabilidades son asimétricas.

Por supuesto. Más allá de que todos tenemos responsabilidad, los gobiernos y las empresas tienen más poder y, por tanto, más capacidad para provocar cambios. Y tenemos que exigir que esto sea así. ¿Quiere decir esto que la ciudadanía no tiene que hacer cosas? Claro que no, por eso te comentaba antes lo de la democracia deliberativa, necesitamos mayor protagonismo de la ciudadanía, mayor capacidad de democratizar los diferentes sistemas.

¿Y cómo se llega a democratizar dichos sistemas?

Pues generando más autoconsumo, más comunidades energéticas, contando con comunidades de regantes con una mayor distribución justa del agua... Hay que generar mucho colectivo, no mucha comunidad. Pero también exigir a los grandes que hagan su papel.

Actualmente, la palabra "activista" genera miedo a parte de la población.

Soy consciente de ello, pero creo que, de alguna manera, activistas somos todas. Todos tenemos una responsabilidad. Entiendo que a veces de miedo por las estigmatizaciones que se han hecho, pero cada individuo es un actor relevante para provocar cambios. Eso es realmente un activista.