Sostenibilidad

El negacionismo climático alcanza a la movilidad: ciudades españolas eliminan carriles bici

Los ayuntamientos, amén de la obligación de cumplir con las ordenanzas propias, las leyes que apruebe el Congreso o las que vengan de Europa, se enfrentan al fin de un 'statu quo' que parecía inquebrantable, al ocaso de la era absolutista del vehículo privado

El carril bici de la calle de Aragó, en su tramo final, antes de llegar a Tarragona.

El carril bici de la calle de Aragó, en su tramo final, antes de llegar a Tarragona. / Jordi Otix

Carlos Márquez Daniel

La política, aunque está repleta de grises, se ha dividido tradicionalmente entre izquierda y derecha. Aunque ambas corrientes se esfuercen en flirtear con el suculento centro, e incluso los extremismos, por aquello de ensanchar la base, es fácil distinguir una u otra ideología cuando se revisan carteras como la sanidad, el empleo, los servicios sociales, la educación, el turismo o la gestión de los fenómenos migratorios. En la movilidad, en cambio, exhibían diferencias muy sutiles y no ha sido hasta estos últimos años cuando ha empezado a verse con más claridad que también en este aspecto hay un cierto marco mental. Unas trincheras. Las simpatías de una y otra bancada eran previsibles, pero faltaba la plasmación en la vía pública.

Cartel que anuncia la entrada en la zona de bajas emisiones, en una salida de las rondas de Barcelona.

Cartel que anuncia la entrada en la zona de bajas emisiones, en una salida de las rondas de Barcelona. / Elisenda Pons

Carriles bici, peatonalizaciones, zonas de bajas emisiones..., los ayuntamientos, amén de la obligación de cumplir con las ordenanzas propias, las leyes que apruebe el Congreso o las que vengan de Europa, se enfrentan al fin de un 'statu quo' que parecía inquebrantable, al ocaso de la era absolutista del vehículo privado. Es en este ejercicio, en el trance de quitarle espacio a los coches (o devólverselo a sus anteriores dueños), donde aparecen las diferencias entre unos y otros.

En España, Palma de Mallorca, València, Logroño, Valladolid, Elche o Gijón, pero también Badalona o Sant Cugat, son algunos ejemplos de ciudades en las que se ha producido un cierto volantazo en cuanto a la apuesta por la movilidad activa y sostenible. Se suma el negacionismo climático con el argumento de que la ciudadanía con menos recursos no pueden subirse al tren de la sostenibilidad.

La modernidad de antes

El automóvil inicia su fuerte expansión tras la segunda guerra mundial, no les aburriremos con la cronología exacta, pero las grandes ciudades se amoldaron a las necesidades de la industria del coche y la mayor parte del urbanismo de los últimos 75 años ha bebido de ese dogma. Más espacio en las calles, pero también cambios a la hora de construir viviendas con sus respectivos aparcamientos comunitarios. Orillando la bici y al peatón, omnipresentes en la primera mitad del siglo XX, y poniéndose de perfil a la hora de invertir en el transporte público. Porque progreso era tener un par de críos y un utilitario.

Clase multitudinaria de yoga en Times Square, en Nueva York, impensable antes de la pacificación.

Clase multitudinaria de yoga en Times Square, en Nueva York, impensable antes de la pacificación. / Mark Lennihan

Piensen en Barcelona y la cantidad de garajes instalados en los interiores de manzana del Eixample que Ildefons Cerdà diseñó para que fueran zonas verdes. Si quieren algo más alejado, en los barrios al sur de Ámsterdam se llegaron a derribar edificios enteros para crear más accesos asfaltados hacia el centro de la gran urbe holandesa. Porqué sí, tanto en la ciudad de los tulipanes como en Oslo o Copenhague, metrópolis que se ponen como ejemplo de la movilidad sostenible contemporánea, el coche también fue amo y señor de las calles.

Times Square abrió camino

Más lejos todavía, en el colmo del automóvil, en Estados Unidos, la movilidad diaria es todavía impensable sin el vehículo privado. Solo la más europea de sus metrópolis, Nueva York (con permiso de Boston), se ha atrevido a mancillar los dominios del coche. Sucedió en el cruce de Broadway con la calle 43, o lo que es lo mismo, en Times Square. De la mano del alcalde Michael Bloomberg y con Janette Sadik-Khan como comisionada de Transporte, un auténtico 'scalextric se convirtió, entre 2012 y 2016, en la zona peatonal más famosa del planeta.

Un coche, casi sepultado por centenares de bicicleta, en la estación central de trenes de Amsterdam.

Un coche, casi sepultado por centenares de bicicleta, en la estación central de trenes de Amsterdam. / EPC

A este lado del Atlántico, las elecciones municipales de mayo de 2023 cambiaron el paisaje de muchos ayuntamientos. La fiesta de la democracia trajo nuevos alcaldes que han empezado a tomar decisiones y parece que la movilidad es uno de los primeros terrenos donde muchos han querido marcar distancias. En Gijón, la alcaldesa Carmen Moriyón, que ya lideró el consistorio entre 2011 y 2019, ha regresado a la casa del pueblo en coalición con Vox, lo que ha generado no poco malestar en Foro Asturias, la formación que ganó las elecciones. Además de cambios en políticas de igualdad o de promoción lingüística, también ha tenido que ceder con la eliminación de los separadores del carril bici y de muchos bolardos que protegían entornos escolares. También se ha levantado el veto a los coches sin etiqueta ambiental de la DGT, vetados en el anterior mandato al ser los que más contaminan.

Conductores estresados

La misma historia se ha producido en Valladolid y Elche, ciudades en las que el PP ha recalado el apoyo de la ultraderecha para gobernar. Y a cambio, entre otras cosas, adiós a carriles bici en el centro de la ciudad. En la ciudad valenciana, con Javier Ruz al frente, se han extinguido dos viales pedaleables. Explicación municipal: "Generan inseguridad para ciclistas y peatones, provocan retenciones y aumentan el estrés perceptivo de los conductores". En la urbe castellana, la misma canción; idéntica letra y melodía.

En el caso de Palma de Mallorca, más que suprimir, lo que parece tener en mente el nuevo consistorio liderado por Jaime Martínez (PP) es congelar las ayudas europeas solicitadas, entre otras cosas, para extender el proyecto de Bicipalma. En total, el ayuntamiento balear podría llegar a prescindir de más de 13 millones de euros, según el digital 'Última Hora', pues también están en duda proyectos como la compra de autobuses híbridos, la instalación de puntos de recarga para vehículos eléctricos y el plan de eje cívico de Cotlliure.

En València, gobernada ahora por el PP tras arrebatar la ciudad a la coalición Compromís-PSOE, el consistorio eliminó a mediados de septiembre un carril bici bidireccional en la calle de José Andreu Alabarta, en el barrio de San Isidro, que vuelve a tener dos carriles para coches. Esta no es la única reversión prevista en la desembocadura Turia, puesto que la alcaldesa María José Català ha anunciado su voluntad de levantar cualquier proyecto de movilidad "que se haya hecho de forma caprichosa, sin informes de policía no bomberos". El gobierno local ya ha dejado claro que vendrán más correciones vinculadas a la movilidad ciclista.

El pulso de Albiol

Pero también hay ejemplos en Catalunya. Como la decisión del alcalde de Badalona, Xavier Garcia Albiol, de no dar cumplimiento a la obligatoriedad de disponer de una zona de bajas emisiones. El regidor del PP anunció semanas atrás que no piensa empezar a multar el año que viene, como estaba previsto, y que aplaza tres años las sanciones.

Luego suavizó el discurso, y todavía está pendiente que apruebe la nueva ordenanza, donde quedará negro sobre blanco plasmada la decisión final del consistorio. Albiol explicó su rebeldía bajo el pretexto de que las familias más vulnerables no tienen medios para cambiarse de coche, obviando, así lo dicen las encuestas y la estadística, que las personas con menos recursos suelen recurrir al transporte público y que son las más acomodadas, la que se mueven en vehículo privado.

Ciudad de Barcelona bajo un episodio de contaminación.

Ciudad de Barcelona bajo un episodio de contaminación. / Danny Caminal

Al otro lado de Collserola, Sant Cugat decidió, con el cambio de gobierno, eliminar las pilonas separadoras del carril bici de la parte más céntrica de la denominada Anella Verda, con el argumento de que entorpecían el paso de los vehículos de emergencia. Se instalaron en el anterior mandato a petición de la Asamblea de la Bici para evitar la invasión por parte de vehículos morotizados. El propio alcalde, Josep Maria Vallès (Junts) se encargó en persona de retirar alguno de estos separadores a mediados de julio, decisión que enojó al colectivo ciclista del municipio.

Dinero a devolver

Todo esto, al margen de revertir políticas destinadas a promocionar la movilidad sostenible y activa, puede tener derivadas europeas, puesto que alguno de los proyectos eliminados o no llevados a cabo disponían de subvención comunitaria a través de los fondos Next Generation. Ya se lo advirtió el Gobierno a Albiol con la no nata ZBE, un mensaje que vale por igual para cualquier otro consistorio que no haga uso o revierta planes vinculados a combatir la crisis climática en las ciudades.