Las raíces históricas de Halloween

Las tradiciones célticas y romanas se encuentran en el origen de esta popular fiesta tan asociada con la cultura norteamericana

Representación del ‘Mundus patet’ de los antiguos romanos

Representación del ‘Mundus patet’ de los antiguos romanos / X

La Opinión

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Con el paso de los años, la celebración del día de Halloween ha ido comiendo terreno a otras festividades del calendario, convirtiéndose en la favorita de los aficionados a las veladas de disfraces y a la temática siniestra. El origen del término hay que buscarlo en la expresión ‘All Hallow’s Eve’ (víspera de Todos los Santos), una tradición que no resulta ajena en los países de cultura cristiana, aunque el recuerdo de los familiares difuntos en este día tiene fuentes celtas y romanas: el Samhain y el ‘Mundus patet’.

La conocida como Samhain era una celebración que marcaba el fin de la temporada de cosechas, común en las zonas actualmente ocupadas por Irlanda, Francia y Reino Unido. Ese cambio de ciclo que daba paso al invierno se asociaba con un momento en que el mundo de los muertos y el de los vivos difuminaban sus fronteras y coexistían brevemente. Espíritus y otras criaturas sobrenaturales vagaban por la tierra el 1 de noviembre, y los disfraces y las hogueras eran la forma que tenían los vivos de ahuyentar las presencias malignas. Y ya entonces era costumbre depositar dulces en los hogares para apaciguar a estos visitantes indeseados, origen del actual ‘truco o trato’.

La tradición romana

‘Mundus patet’ significa ‘el mundo está abierto’, y alude, de forma similar al Samhain celta, a un momento del año en que los espíritus de los difuntos vuelven entre los vivos. Aunque los romanos consideraban que este fenómeno se producía en tres fechas diferentes: el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre. A los espíritus malignos que se manifestaban en dichas ocasiones se les llamaba ‘lémures’, de ahí que estas festividades también fueran conocidas como Lemuria.

Es probable que las personas de más edad o que hayan vivido en zonas rurales hayan celebrado reuniones en las que se visitaba a los familiares fallecidos en el cementerio y se organizaran reuniones o fiestas para recordarlos, algo común en la tradición cristiana. Sin embargo, con el correr del tiempo esta práctica se ha ido perdiendo y muchos jóvenes probablemente ignoren esta forma de celebrar el 1 de noviembre.

La aportación norteamericana consistió en darle a esta efeméride un carácter más festivo y menos solemne, así como en dotarla de un simbolismo muy seductor y cinematográfico: disfraces de vampiros, monstruos de Frankenstein y otros iconos de la cultura popular, calabazas iluminadas con velas, los regalos de dulces del ‘truco o trato’, etc. En definitiva, un giro amable y lúdico que caló con facilidad en el imaginario colectivo y sedujo a los jóvenes con ganas de divertirse.