Animales domésticos

Dejar a las mascotas con los abuelos en verano: "Cada vez que me quedo con el gato pasa algo"

En España hay el doble de mascotas que de niños (15 millones de mascotas frente a 6,6 millones de niños menores de 15 años)

Un gato, ante la maleta de viaje de su dueña.

Un gato, ante la maleta de viaje de su dueña.

Marina Tovar

Con el verano, llegan las vacaciones. Y con estas, los planes para salir de casa, viajar o hacer una escapada. Y en España, donde ya hay el doble de mascotas que de niños (los hogares españoles suman 15 millones de mascotas frente a 6,6 millones de niños menores de 15 años), cada vez son más las personas que antes de hacer planes deben afrontar una cuestión básica: qué hacer con las mascotas

En un país donde ya hay más mascotas que niños, cada vez son más los que recurren a los mayores para dejar a sus peludos en vacaciones

Hay quien decide viajar con su perroo con su gato, pero muchos otros se decantan por buscar alternativas. ¿Dejarlos en una residencia canina? ¿Contratar a alguien para que venga a cuidarles? ¿Pedirle un favor a ese amigo que es muy bueno con las mascotas? La opción más común, al igual que cuando uno se plantea qué hacer con los niños en verano, es, si se puede, dejarlos con los abuelos

Así, estos días es habitual que madres y padres se conviertan en cuidadores de las mascotas de sus hijos adultos. Algunos lo hacen a gusto. Otros, más por compromiso y con resignación.

Del primer grupo es Emilia Godàs, vecina de Cabrils (Maresme). Cuando su hija y la familia de esta se van de vacaciones, Emilia se queda con Iv, un schnauzer miniatura de pelo negro. "Cuidar del perro es como cuidar de un nieto más. Me hace mucha ilusión que venga, se lo pasa muy bien", asegura esta mujer que apunta, con satisfacción, que el animal está bien adaptado: "Aquí él tiene sus cosas. Está acostumbrado a quedarse de vez en cuando. Sabe hasta dónde tiene que dormir".

"Cuidar del perro es como cuidar de un nieto más. Me hace mucha ilusión". Emilia Godàs

Además de la compañía que le hace el perro, a Emilia la mueve también el deseo de ayudar a su hija y "devolverle el favor". "Antes nosotros dejábamos a nuestro perro con mi hija. Ahora, ella cuida de mis tortugas cuando me voy", explica.

Ganas de ayudar

Concepción Alía comparte esas ganas de ayudar. También acoge en su casa a Dalí, un pequeño bichón maltés de edad avanzada. “Quedarme con Dalí no es algo que me impongan, yo me ofrezco. Si puedo quitar algo de tarea a a mi hijo y a su pareja, mejor. Trabajan demasiado”, señala.

Quedarse con el perro es su forma de contribuir. "A mí me ayudaron mucho en su momento: mis padres cuidaban de mis hijos mientras yo trabajaba y quiero devolver eso, contribuir un poquito de lo mucho que recibí", argumenta. Quedarse con Dalí no le supone mucho esfuerzo. Ella tiene otro perro y los dos se llevan muy bien. Para ella, sentirse útil es agradable. "Esto de ser una vieja pelleja como yo tiene muchas limitaciones, pero a mí me gusta poder ayudar a los demás", afirma.

Quita hierro a las tareas que conlleva hacerse cargo de un animal. "Lo único que tengo que hacer es estar alerta cuando veo que salen fuera, ocuparme de sus necesidades y darles de comer, que a uno o a dos es lo mismo prácticamente", apunta Concepción. "Yo insisto para quedármelos más, pero mi hijo tiene miedo de que me caiga. Es más fácil que se caigan ellos, que van caminando a toda velocidad por la casa, que yo, que cuando está el animal, voy modo arrastre con los pies", describe con humor. Dalí es ciego y va tocando con la cabeza los talones de Concepción para saber donde está. 

Miedo a que muera o enferme

Al grupo de los resignados pertenece Montserrat Montesinos, que, pese a los reparos, no se puede resistir a ayudar a su hija. Cuida de un gato de 20 años, pero el felino no siempre se lo pone fácil"Cada vez que me quedo con él pasa algo", apunta, aunque añade, a modo de consuelo: "Al menos no se esconde cuando llego yo, porque me conoce". "A veces no está a la vista y me preocupa que se escape del piso o dejarlo encerrado sin darme cuenta", añade.

A diferencia de Concepción y Emilia, Montserrat no acoge a la mascota en su hogar, sino que es ella la que va a casa de su hija a supervisar al felino. "Hace mucho calor e ir y volver a su casa es muy cansado para mí, pero el gato es muy mayor y no sé cómo reaccionaria con el mío, que es más joven". Así que deja el cansancio a un lado: "Ya estoy mentalizada, y no me importa hacerlo".

En favor del gato, confiesa que "es muy tranquilo y muy fácil de cuidar". Pero no oculta sus temores: "Me da miedo que se muera mientras lo cuido yoO que se ponga enfermo y lo tenga que llevar al veterinario. Tengo preparado el transportín pero no sé si se dejaría meter". Montserrat habla desde la experiencia, porque ya ha pasado por situaciones como las que describe. "Ya se me murió el otro gato que tenía antes mi hija, Frodo, justo cuando ella estaba de vacaciones. Era una gata muy mayor, enfermó y tuvimos que sacrificarla", relata. "No es agradable estar sola, con el animal de otro, en una situación así, da mucha pena", añade. 

Tanto Emilia como Concepción y Montserrat, al tener ellas mismas mascotas, comprenden la importancia de dejarlas al cuidado de alguien en quien confías. "Cuando tienes un animal y te vas de vacaciones, como los quieres, necesitas tener la completa seguridad de que la gente con quien los dejas los cuidará bien”, argumenta Emilia.