La Opinión de Murcia

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Semana Santa de Cartagena

La lluvia respeta a los apóstoles ‘militares’ en Cartagena

San Pedro, que abandona el Arsenal dos años después por su "comportamiento ejemplar", se une a Santiago y San Juan por las calles de la ciudad

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Semana Santa de Cartagena: encuentro de San Pedro, Santiago y San Juan

Pese a que la lluvia amenazó durante buena parte del día, dio un respiro a los apóstoles militares de Cartagena, que pudieron desfilar de nuevo el Martes Santo, separados y juntos, por las calles de la ciudad. La procesión de la cofradía california sacó anoche por la ciudad su procesión más única y original, que hizo gala de la tradición castrense, la marcialidad y el rigor procesionista que caracterizan a la Semana Santa de Cartagena.

Santiago, engalanado con su túnica de terciopelo rojo bordada en oro y su manto corto de terciopelo blanco, ya en el altozano del Gobierno Militar, recibió todos los honores militares y la bendición para iniciar su desfile.

El apóstol, alzado por los portapasos, presenció el arriado de bandera a los sones del himno nacional. Posteriormente, la autoridad militar del lugar y el Ejército de Tierra lo despidieron para que pudiera iniciar su procesión, pues cientos de personas aguardaban su salida en la calle Príncipe de Vergara.

Más o menos a la misma hora, y con un acto similar al de Santiago, partió entre ovaciones San Juan desde el Real Parque de Artillería. El apóstol, que figura como operario de la Real Maestranza del parque, ataviado con su túnica de terciopelo rojo y un manto negro, fue arropado desde su salida por la Muralla del Mar. Por su parte, San Pedro inició su marcha desde al Arsenal al anochecer. La figura se encontraba tapada con una cubierta de plástico para protegerla de posibles lluvias.

El estallido del cohete anunciador marcó el inicio de la procesión. Fue entonces cuando, acompañando al apóstol, comenzaron a desfilar dentro del recinto militar granaderos, el tercio de San Pedro y el tercio de los Caballeros Portapasos, así como la Sección de Honores y la Unidad de Música del Tercio de Levante de Infantería de Marina y una escolta de Caballeros Guardiamarinas de la Escuela Naval Militar, futuros oficiales de la Armada.

A la llegada del trono al edificio residencial del Almirante, en la Plaza de Armas, San Pedro encendió sus luces y se colocó de cara al balcón principal para dar comienzo a uno de los actos más tradicionales y únicos de la Semana Santa cartagenera, que se celebra desde el 1755. Aplausos y emoción acompañaron a tan esperado momento.

Fue entonces cuando el apóstol, con más ganas que nunca ya que llevaba dos años sin salir por culpa de la pandemia, solicitó permiso al Almirante jefe de la instalación, Pedro Luis de la Puente García-Ganges, para poder pasar 24 horas fuera del Arsenal y así poder participar en la procesión california de ayer y en la de hoy, Miércoles Santo

Como marca la costumbre, el Almirante le dio permiso para pasar la noche fuera del recinto militar, con la condición de que regrese antes de la medianoche del Miércoles al Jueves Santo. Una condición que San Pedro no cumplirá, pues desea acompañar a los cartageneros el máximo tiempo posible y recibir su cariño. Una decisión que acarreará su irremediable arresto y que lo obligará a no poder salir del Arsenal durante un año.

«Te has ganado a pulso el poder salir, dado tu comportamiento ejemplar estos dos años de pandemia, pero no pienses que eso es excusa para que no vuelvas a la hora que se te ha indicado», dijo Pedro Luis de la Puente, que celebraba por primer año el acto desde que fue nombrado Almirante.

El trono se alzó para celebrar la noticia. El aplauso fue sonoro y el «¡Viva San Pedro!» que se exclamó y retumbó por todo el Arsenal. A continuación, el apóstol salió del recinto castrense por su majestuosa puerta principal, acompañado por algunas gotas de lluvia. Allí le esperaban cientos de cartageneros. Después el trono enfilo inició su trayecto a la calle Real. Al cierre de esta edición, todas las procesiones seguirían su itinerario hasta encontrarse en la Plaza de San Sebastián, donde estallaría la emoción, la alegría y la devoción de miles de cartageneros.

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