Está más que demostrado que el ejercicio y el deporte mejoran la vida de las personas. La actividad física a cualquier nivel nos hace más fuertes, más resistentes a impactos, caídas o dolores y nos permite vivir más y mejor. Pero, ¿qué pasa cuando nos hacemos mayores? Llegada cierta edad, nuestro cuerpo adquiere cada vez más limitaciones que nos dificultan la realización de algunos deportes o actividades, provocando el alejamiento del ejercicio y la dejadez de física. Sin embargo, existen infinidad de alternativas adaptadas a todas las edades y niveles para perder el miedo al ejercicio y volver a sentirnos en plenitud con nosotros mismos.

El ejercicio mejora nuestra función física, reduce la carga de enfermedades crónicas, disminuye la mortalidad general prematura y disminuye la mortalidad por enfermedad cardiovascular, cáncer y enfermedades crónicas respiratorias. Junto a todo ello, el movimiento del cuerpo también nos aporta beneficios ‘que no se ven’ como mantener nuestra autonomía el mayor tiempo posible y evitar caídas que pueden acarrear graves complicaciones. En ese sentido, proponemos siete ejercicios sencillos para realizar en casa y volver a poner en marcha el motor de la salud.

Ejercicio con una silla. Solo hay que situarse detrás de una silla, que servirá como elemento de apoyo, y levantar alternativamente las puntas de los pies y los talones. Otra modalidad consiste en levantar las rodillas, intentando llevarlas por encima de la cintura. Manteniendo siempre una pierna en el suelo como apoyo.

Extensiones laterales. Usando también una silla, u otro elemento de seguridad, la persona elevará lateralmente la pierna, en paralelo al cuerpo. El objetivo es llevar la pierna hasta donde sea posible. Poco a poco se irá ganando fuerza.

Estiramientos frontales. sentados en una silla, levantar alternativamente las piernas, tratando de mantenerlas rectas y estiradas. Es importante intentar bloquear la rodilla y mantener apoyada en el suelo la otra pierna. Sabiendo siempre que estos ejercicios deben adaptarse a las necesidades y capacidades de cada persona.

Sentarse y levantarse. Aunque parezca que es uno de los ejercicios más sencillos, en realidad es de lo más complicados cuando se padecen dificultades de movilidad. Consiste, sencillamente, en sentarse y levantarse de una silla. Al hacerlo, hay que tratar de apoyar los brazos lo menos posible, aunque también puede ayudarse con ellos si es necesario. Es importante que otra persona supervise este ejercicio si el usuario padece mareos o dificultad para mantener el equilibrio, algo extensible al resto de ejercicios, al menos en una primera fase.

Entrenar el equilibrio. Hablando de equilibrio, mantener esta función es de suma importancia para evitar caídas. Por eso se debe entrenar. ¿Cómo? Pues levantando una pierna mientras se mantiene la otra apoyada en el suelo. Y hacerlo sin apoyarse en nada. El objetivo de este ejercicio es lograr que la persona pueda sostenerse sobre una pierna sin apoyarse en ninguna superficie.

Caminar de lado. El último ejercicio que consiste en andar de una forma un poco diferente a como se hace de forma habitual. Resulta más complejo, pero contribuye a mejorar el equilibrio y entrena la movilidad. Consiste en dar pasos laterales, apoyándose en una mesa, silla o pared si es necesario, para mantener el equilibrio. Es importante verificar que no haya obstáculos que puedan llevar a la persona a golpearse.