Opinión | Retratos

Juan Ballester

'Pupete' en su viaje de vuelta

Antonio Ballester Les Ventes: artista plástico, diseñador y fotógrafo.

Antonio Ballester Les Ventes: artista plástico, diseñador y fotógrafo. / Juan Ballester

Tan solo han pasado diecisiete días desde su muerte. Los medios de comunicación ya concluyeron su misión de informar y, las redes, poco a poco, van distanciando tal o cual imagen, tal o cual noticia, como si de unas últimas salpicaduras de pintura se tratase. A partir de ahora, cuando hasta las lágrimas cercanas han cesado y los vacíos emocionales comienzan a llenarse de nuevo, Pupete (así es como llamábamos los primos a Antonio), ya solo es recuerdo, memoria. A partir de ahora, lentamente, se irá cerrando la puerta, se apagará definitivamente la luz, terminará un tiempo y llegará, para quedarse, la última y definitiva verdad: la ley del silencio y su inseparable compañero, el olvido.

Mientras, los que aún estemos entre los vivos, seguiremos mirando hacia otro lado y haciendo como que todas esas claudicaciones vitales no van con nosotros. Yo mismo, pocos días después de morir mi primo, me planteo dedicarle un retrato en esta sección y me pongo a ello como si la muerte (la mía) no fuese posible y eso solo le sucediese a él, a otros. Al principio del texto, en sus primeras líneas, me van saliendo unos vértigos con tinte filosófico y los escribo, pero, poco a poco y sin saber muy bien por qué, me voy adentrando en este nuevo párrafo que ahora lees, algo así como el que se mete por un camino desconocido, aunque, al mismo tiempo, siente que no tiene más remedio que transitarlo. Sí, la muerte es una realidad para todos, pero yo aún estoy vivo: respiro, muevo el ratón del ordenador, tecleo cada una de estas letras de lo que escribo al tiempo que miro la pantalla para confirmar que todo se produce como espero; oigo el motor de una sopladora de jardín emitiendo unos sonidos desagradables... Por momentos me viene de nuevo el recuerdo de su muerte, pero inmediatamente alejo ese pensamiento refugiándome en lo que escribo.

En mi interior todo se está produciendo como en bucle, a base de entrelazar idas con venidas, miedo con resignación... De repente sientes que hay algo rondándote, algo que grita desde muy lejos queriendo aparecer. Y te paras, echas tu cabeza hacia atrás mientras estiras tu espalda para distanciarte y poder saber de qué se trata. Aunque a los pocos segundos te vuelves a ir, es decir, vuelves aquí, contigo que me sigues leyendo. En el fondo juegas con el tiempo, te evades hacia el futuro porque tu presente aún te resulta demasiado doloroso.

Pero sigues. Sigues mecánicamente, a sabiendas de que estar vivo es seguir, a pesar de que eso que te ronda sigue allí y necesita salir. Y finalmente sale: No importa la soledad, ni el silencio y mucho menos el olvido, porque Pupete no se ha ido, sino que ha vuelto, ha llegado de nuevo al origen, al mismo punto desde donde todos partimos, cerrando con ello el círculo de la vida. Todo lo demás (sus cuadros, su Otto motorizado, estas mismas palabras que ahora lees…), sólo son parte del ruido que necesitamos los vivos para dejar de oír nuestro propio vacío, nuestra palpitante nada.

Suscríbete para seguir leyendo