Tribuna Libre

Haters del cine español

España es el quinto mayor exportador de cine de Europa, por detrás de Alemania, Reino Unido, Francia e Italia, así como el número creciente de empleos del sector audiovisual en España: en el último año, 72.000

Imagen promocional de ‘La sociedad de la Nieve’.

Imagen promocional de ‘La sociedad de la Nieve’. / NETFLIX

Dany Campos

Sí, el cine español tiene quien lo odie, y consecuencia de esto es una serie de informaciones que se vierten desde hace décadas sobre la supuesta falta de calidad de las películas, pero especialmente sobre la parte pública de su financiación.

Debatir sobre lo primero nos conduciría a hablar del sexo de los ángeles, dado que poco se puede decir de los gustos de nadie: todo el mundo tiene derecho a expresar si algo le gusta o no, faltaría más. Aunque ya no son una excepción las producciones españolas que triunfan en todo tipo de mercados internacionales, desde lo más minoritario en festivales europeos, como el de Berlín (léase Alcarràs, de Carla Simón), hasta lo más comercial, como los Globos de Oro, o los Oscar en EE UU (léase La sociedad de la Nieve, de J. A. Bayona). Eso algo nos dice.

Sin embargo, hay mucho que decir sobre el argumentario que el hater del cine español expone sin ningún tipo de rubor y, por supuesto, con total escasez de información veraz. A saber: «El cine americano no goza de ayudas del Estado». Falso. Hasta cuatro tipos de ayudas alimentan a las producciones estadounidenses, repartidas entre incentivos fiscales, programas de subvenciones y préstamos blandos, fondos de producción de muchos estados y ciudades, y servicios de apoyo e infraestructuras a través de las Film Offices públicas.

«El Estado solo subvenciona películas de ideología progre». Falso. Basta una lectura en diagonal a la Ley del Cine para entender que los criterios para las ayudas generales a una producción son estrictamente objetivos, beneficiándose aquellas películas que contribuyan a valores sociales como la igualdad (presencia de mujeres en los equipos de trabajo), la sostenibilidad (reducción de huella de carbono en los procesos) o la inclusión de discapacitados. Nada que ver con el contenido de las historias. Y no hablemos de los incentivos fiscales, que son empresas privadas -con su criterio también privado- quienes aportan el capital en las películas, no el Estado. Sí, es cierto que existen ayudas selectivas a cineastas de reconocido prestigio, como hace cualquier Estado que pretende explotar al máximo el talento de sus creadores más remarcables y contribuir así a la imagen de marca del país.

«El cine español no devuelve al Estado casi nada de lo que recibe como subvención». Falso. Sería cierto si, como hace perversamente el hater del cine español, solo nos detenemos en lo obtenido en ventas en taquilla. Pero el universo financiero y fiscal de una producción comprende distintos capítulos de ingreso a las arcas del Estado, como cuotas de Seguridad Social de trabajadores, IVA de gastos de producción, IRPF de las nóminas, impuesto de sociedades sobre beneficios… 

Y podríamos seguir con unos cuantos conceptos más que justifican los casi 300 millones de euros de recaudación fiscal, muy por encima de los 165 millones de subvenciones. Todo eso obviando incluso la facturación de la que cientos de empresas proveedoras se benefician en cada producción.

Por encima de todo queda el hecho de que España es el quinto mayor exportador de cine de Europa, por detrás de Alemania, Reino Unido, Francia e Italia, así como el número creciente de empleos del sector audiovisual en España: en el último año, 72.000.

Y la convicción de que esa cifra irá en aumento en los próximos años.

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