El castillete

Geopolítica y recortes

Europa es un pagafantas que en lugar de atender a su propio beneficio, adopta medidas como las sanciones a Rusia, el aumento de las compras de armas y energía a los americanos y la ayuda multimillonaria a Kiev, que lesionan su aparato productivo y merman el presupuesto, quedando menos para gasto social e infraestructuras

Pedro Sánchez reunido con Volodímir Zelenski, actual presidente de Ucrania

Pedro Sánchez reunido con Volodímir Zelenski, actual presidente de Ucrania / Fernando Calvo

José Haro Hernández

José Haro Hernández

Hay una tendencia en este país a separar lo que acontece por ahí fuera de los avatares de la política interna. Incluso aunque esta desempeñe un papel protagonista, a veces hasta determinante, en las cuestiones internacionales. En ocasiones, fuerzas políticas radicalmente enfrentadas en el patio nacional presentan unos desconcertantes niveles de coincidencia en torno a conflictos que suceden allende nuestras fronteras.

Tomemos, por ejemplo, la cuestión palestina. Gentes de muy diversa procedencia (que van desde Vox a Junts per Cataluya, pasando por el PP y por sectores progresistas cercanos al PSOE) expresan una sorprendente e inquietante actitud de apoyo más o menos explícito al genocidio y a la limpieza étnica que, perpetradas por el ejército de Netanyahu, se están transmitiendo en vivo y en directo a toda la humanidad. Incluso la posición oficial crítica que mantiene la socialdemocracia europea, personificada en Borrell y Sánchez (los alemanes estarían absolutamente alineados con el Estado hebreo), en la medida que enfatiza en el ‘derecho de Israel a defenderse’ (una fuerza ocupante carece de ese derecho, tan solo tiene la obligación de poner fin a la ocupación) y mantiene en el campo de la hipótesis el hecho de que Israel pudiera estar cometiendo crímenes de guerra (Borrell), en cierto modo banaliza un tanto el insoportable comportamiento de Israel, que golpea a diario la dignidad del mundo entero.

Lo que une a todos estos sectores que, con matices a veces relevantes, expresan una connivencia estratégica con las políticas que Tel Aviv despliega desde hace muchas décadas, es la preservación de un determinado orden internacional de carácter unipolar en el que Occidente, a través de la manipulación de determinados peones, vela por los intereses de su entramado corporativo y el mantenimiento de su hegemonía mundial. Ocurre que en Oriente Medio ese peón es Israel. Que, aunque se desmadre y coloque en una difícil situación a quienes lo mantienen y patrocinan, estos nunca van a dejar tirado a su ‘hijo de puta’.

Si nos vamos al tema del Sahara, el asunto es quizá más claro. Sánchez decide unilateralmente, sin siquiera consultar a su partido, tampoco a sus socios de gobierno, abandonar en manos de Marruecos, potencia ocupante del territorio, al pueblo hermano. Nadie duda a estas alturas de que se trató de una imposición geopolítica de EE. UU al presidente del Gobierno español, a pesar de que acarreara fracturas políticas internas y un encarecimiento de la factura energética del país.

Aunque donde con más nitidez se aprecian las consecuencias económicas de nuestra adscripción al bloque atlantista es en la guerra de Ucrania. Desde 2014, este país se ha convertido en instrumento de la estrategia americana para debilitar tanto a Rusia como la asociación energética entre Moscú y Berlín. El apoyo a Kiev en el conflicto es prácticamente unánime entre las fuerzas políticas españolas, abarcando a una porción muy significativa de la izquierda. Y ello a pesar de que el régimen de Zelenski es un pozo sin fondo de corrupción que se traga toda la ayuda, incluida la militar, que le viene de Europa y EE.UU. Y que sus relaciones con el Estado de Derecho, según siempre ha admitido la propia Comisión Europea, son muy conflictivas. Por no hablar de su responsabilidad en la génesis de la guerra en curso, a partir de la ruptura unilateral ucraniana de los acuerdos de Minsk.

Estas servidumbres geopolíticas que, como hemos visto, gozan de un muy amplio consenso interno, en realidad están provocando un grave perjuicio a Europa, porque en esa confrontación entre Occidente y el Sur Global (incluidos los BRICS), la UE es la que sale definitivamente perdiendo. De hecho, es el único bloque que en estos momentos se sumerge en el estancamiento, cuando no en la recesión (Alemania), mientras que EE.UU y China capean el temporal. La ruptura de relaciones energéticas y económicas entre los países europeos centrales y Rusia ha sumido al continente en una crisis inflacionaria, básicamente al cambiar el barato gas ruso por el más caro americano, así como por comprar el petróleo de Putin a través de intermediarios (por las sanciones a Moscú) que, obviamente, se cobran su comisión.

De aquella inflación vino una fuerte subida de los tipos de interés, que ha coadyuvado a la debilidad del crecimiento.

Y en la UE vuelve el fantasma de los recortes, como no podía ser de otra manera cuando la hacienda pública ingresa menos, tanto por la atonía económica como por la obligación de reservar una parte considerable del presupuesto para las obligaciones geopolíticas. Concluyendo: Europa es un pagafantas que, para agradar a sus superiores anglosajones (los que mandan en la OTAN), en lugar de atender a su propio beneficio, adopta medidas, como las sanciones a Rusia, el aumento de las compras de armas y energía a los americanos y la ayuda multimillonaria a Kiev (50.000 millones hasta 2027), que lesionan su aparato productivo y merman el presupuesto, quedando menos para gasto social e infraestructuras.

Y entonces es cuando regresan los ‘ajustes’. Concretamente, para nuestro país hay previsto una rebaja de unos 15.000 millones en 2024 (básicamente suprimiendo todas las ayudas contra la inflación), si bien la Comisión Europa parece haber ‘perdonado’ unos 3.000, en una muestra de generosidad sin precedentes y que nunca agradeceremos lo suficiente.

Resulta enfermizo e inexplicable el empeño de nuestras élites de Madrid y Bruselas por pertenecer a un club desacreditado, el atlantista, en el que se paga una cuota abusiva que nos deja sin recursos para sostener un Estado del Bienestar digno de tal nombre.

Habrá que ir pensando si sale a cuenta mantenerse en la OTAN, e incluso en una UE que, renunciando a su autonomía estratégica, ha devenido mero apéndice político de aquella organización militar, sacrificando su política exterior y su prosperidad en el altar de un imperio que se va al garete.

Suscríbete para seguir leyendo