Tribuna Libre

Se acabó, vamos a contarlo

La mayoría de las mujeres de 65 años indican que este tipo de violencia era aceptado por la sociedad y en la mayoría de los casos no se admitían denuncias por ese tipo de actos

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard

Gertrudis Peñalver

«Mamá, tienes que dejarlo, tienes que salir de aquí, no sé cómo puedes aguantarlo». «Él es un buen hombre, tu padre no es así, solo tiene un poco de mal genio». Estas frases se oyen una y otra vez en los informativos de los medios de comunicación, cuando ya es tarde.

Este año ya han sido asesinadas 52 mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Siete tenían más de 65 años. En la mayoría de los casos son mujeres dependientes económicamente de sus parejas, lo que conlleva que ni se planteen una separación hasta que son muy mayores. No suelen tener apoyo familiar, con lo cual sufren la situación en soledad y silencio.

Hay frases de esa época muy significativas: «con la cuchara que elegiste tienes que comer», «los hombres son así», «algo habrás hecho». Frases que a mujeres más jóvenes ni siquiera se les ocurriría decir y que en las personas mayores se hacen más ‘normales’, porque han tenido una educación que hace que no denuncien un maltrato sistemático, o peor aún, en muchos casos lo justifican tanto hacia ellas como hacia otras mujeres. Viven la situación con vergüenza y, como en todos los casos, sintiéndose culpables.

Estos asesinatos reflejan una situación que, en el caso de las mujeres mayores, viene de años de sufrimiento en silencio.

Este tipo de violencia contra las mujeres no ha sido muy estudiada. La Delegación del Gobierno para la Violencia de Género realizó uno en 2019, cuyos datos más relevantes son los siguientes: El 98% de las mujeres que han denunciado son de nacionalidad española. Su nivel educativo es medio bajo. El 52% están jubiladas, un 22% tienen una pensión no contributiva y un 3% una renta mínima u otra prestación no contributiva de la Seguridad Social. El 70% han vivido 21 años o más en el mismo sitio, que suele ser una ciudad pequeña, municipio rural o aldea aislada. Esta situación hace más complicada su situación ante la violencia. En el estudio, las encuestadas resaltan como problemas: los financieros, los de salud, las situaciones de violencia (32%) y los de vivienda.

En concreto, la violencia de género muestra una larga trayectoria en una parte importante de las mujeres encuestadas: el 40% llevaba 40 años o más sufriendo violencia, y el 27% entre 20 y 30 años. Pero lo importante no son los tantos por ciento, sino que se relacionan los episodios de violencia con el matrimonio, el noviazgo y el nacimiento de los hijos, y vinculan estos acontecimientos también con los problemas financieros.

Relatan la violencia física de diferente tipo: empujones, bofetadas, golpes con el puño o algún objeto, patadas o amenazas con algún tipo de arma. Con las consecuencias que todo esto conlleva. Más de la mitad de las encuestadas relata haber mantenido relaciones sexuales contra su voluntad, por miedo a lo que su maltratador podía hacerles ante una negativa. El 36% han referido verse obligadas a realizar prácticas sexuales degradantes o humillantes.

A todo ello hay que aludir que la mayoría afirman que su maltratador les impedía tomar decisiones relacionadas con la economía familiar, realizar compras de forma independiente, no recibir dinero para gastos del hogar o que se apropiaba de su dinero y sus bienes.

Y yo creo que lo peor, más allá del dolor físico, es la indiferencia con que son tratadas por su maltratador, ignorándolas, controlándolas en todo momento e impidiéndoles su relación con familiares y amigos. Y, sobre todo, que sus hijos han presenciado los episodios violentos, y tres de cada diez niños y niñas los han sufrido.

La mayoría de las mujeres de 65 años indican que este tipo de violencia era aceptado por la sociedad en aquellos momentos y en la mayoría de los casos no se admitían denuncias por ese tipo de actos. En la actualidad, este tipo de violencia sigue estando vigente y siguen reproduciéndose los mismos roles, pero con una mayor respuesta por parte de la sociedad.

Un estudio que refleja la situación de mujeres que les tocó vivir en una época en la que la mujer en la casa y mejor «con la pata quebrada», donde su educación solo les permitía ver que lo normal era esa situación en la que no se les permitía controlar ni propia vida ni sus actos, y que un guantazo o una patada era porque realmente se lo merecían, sufriendo violencia a lo largo de su ciclo vital, con picos de agresividad a raíz de acontecimientos vitales.

Hay que estar más vigilantes para darles apoyo a esas mujeres que por su edad y educación se encuentran en esta situación, desde la Administración pública, desde los entornos más cercanos y desde la propia sociedad, donde realmente podemos ayudarlas a dar ese paso de la denuncia y que no se encuentren solas.

Porque este 25N, las mujeres y hombres de la Federación de Pensionistas de CC. OO. Región de Murcia, y CC. OO. en general, #VamosAContarlo, porque sabemos que lo que no se nombra, no existe. Lo que no se contabiliza, tampoco.

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