La Feliz Gobernación

Al borde del abismo

Antelo -Correcaminos- y López Miras -Coyote-

Antelo -Correcaminos- y López Miras -Coyote- / LA FELIZ GOBERNACIÓNÁngel Montiel

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Quién ha ganado el pulso? El dilema era: Vox quiere entrar al Gobierno, López Miras quiere gobernar en solitario. Pues bien, Vox ha entrado al Gobierno con dos consejerías, una de ellas con rango de vicepresidencia. En estricta lectura, Vox le ha llevado la mano al PP. Los abascales han sido persistentes, no han aceptado señuelos, han resistido hasta el límite del abismo la amenaza de la repetición electoral, y han hecho valer su 18% convertido en nueve escaños. Vox ha acabado doblando el brazo al líder regional del PP.

De que exista esta percepción es completamente responsable el presidente. Su empecinamiento en hacer un Gobierno monocolor a pesar de que le faltaban dos votos para la mayoría constituyó, desde el principio, una pretensión vana. Nadie regala su posición, y Vox no tenía miedo a perderla en una segunda vuelta porque tanto le daba no entrar al Gobierno cuando podía que quedarse fuera si no podía entrar. Esto era sabido por todos (los lectores de esta sección, desde luego), menos por López Miras, quien prefirió marear la perdiz hasta comprobar que la perdiz se le escapaba. No podrá decirse que el presidente en funciones no se ha ganado a pulso los titulares nacionales de la mañana: «López Miras cede...»

Ahora bien, tampoco Vox ha conseguido lo que pretendía. Detrás del rumboso título de sus dos consejerías (Seguridad, Interior y Emergencias, y Fomento) y del timbre de la vicepresidencia se esconde la frustración por no haber alcanzado Agricultura y las competencias sobre el Mar Menor, su prenda más preciada con la que pretendía imponer su negacionismo climático, así como tampoco uno de los departamentos de más delicado interés, Educación o Política Social, para sus experimentos ideológicos. De manera que puede decirse que López Miras ha cedido, sí, pero ha salvado los muebles de la abuela.

No es posible ponerse en la mente del votante prototípico de Vox, pero cabe sospechar que no acudió a la urna para que sus candidatos pusieran parches en las carreteras comarcales, crearan una policía autonómica o se dedicaran a salvar a excursionistas extraviados en Sierra Espuña. En ese sentido, a López Miras la jugada, ya que era obligada, le ha salido perfecta: ha alejado a Vox de toda competencia sensible. Y esto puede frustrar las expectativas del bloque sociológico que lo apoya, especialmente nutrido en esta Región. Algunos de sus diputados han recibido llamadas de miembros relevantes del sector agrícola en tono de alarma.

Pero en Vox han agotado las reservas de champán (no digo cava). Están exultantes. No es para menos: han hecho efectivo su propósito contra la oposición que les planteaba su ahora socio. Y no coinciden en absoluto con el análisis de que se han quedado con las ‘marías’. En primer lugar, entienden que la vicepresidencia es un cargo a ejercer, y que desde ella tendrán opción a coordinar todas las consejerías, las propias y las ajenas. «José Ángel Antelo no va a ser un vicepresidente florero», aseguran. Y advierten: «Los acuerdos de Consejo de Gobierno han de ser aprobados por unanimidad», con lo que dan a entender que tendrán voz y voto en todas las decisiones. Es decir, que tienen voluntad de hacerlo. A ver si va a ocurrir que López Miras eche de menos a Ana Martínez Vidal.

Por otro lado, Vox se remite al acuerdo marco de legislatura que, esto sí, van a negociar contrarreloj en Murcia, a diferencia del reparto de consejerías, que viene diseñado desde Madrid. «Ahí estarán reflejados los puntos programáticos de Vox que se refieren a otras consejerías», aseguran. Veremos el grado de ambigüedad con que son enunciados.

Seguridad e Interior son términos novedosos en las nomenclaturas de los Ejecutivos regionales, pues las funciones a que aluden corresponden a la Administración central, y Urgencias es un comodín que ha ido pasando de mano en mano, sin saber dónde colocarlo, a lo largo de la anterior legislatura, pero en Vox creen que hay lugar para hacer política con la coordinación de las Policías Locales y de éstas con el resto de Cuerpos de Seguridad, y que este capítulo es uno de los emblemáticos del discurso de su partido. De hecho, desplegaron en su día una campaña de pancartas que exhibía el lema «Con Vox estaría usted en una ciudad segura». López Miras les ha mostrado este quesito tan gustoso para ellos, y lo han mordido.

Fomento no es cualquier cosa, desde luego. Tal vez contribuya a su aparente irrelevancia la nefasta gestión del consejero Díez de Revenga, quien no ha cumplido los plazos para la ordenación urbanística del Mar Menor, ha organizado de manera desastrosa las redes de transporte por carretera y tiene atascados asuntos de primera importancia como la renovación de la licencia de Puerto Menor y otros. Una calamidad. Pero ahí hay tajo, dicen en Vox. Consideran que de todas las consejerías, la mayoría con asignaciones cautivas, es la que más dinero líquido dispone para inversiones, y más tendrá, anuncian, en los próximos presupuestos, por eso están ellos para aprobarlos. Y opinan que hay muchas infraestructuras por abordar, con las facultades que ofrece la colaboración público-privada, el peaje en sombra y otras. Para Vox, Fomento es una de las más brillantes joyas de la corona. Contiene, además, uno de los cargos más deseados de cualquier staff, la Autoridad Portuaria de Cartagena.

Lo curioso es que el partido que ha votado contra la moratoria urbanística de los municipios ribereños al Mar Menor elaborada por el consejero de Fomento del PP (junto a los votos de la izquierda, en este caso por insuficiente, en el de Vox por innecesaria) será ahora el encargado de planificar reestrictivamente ese territorio, cosa que no corresponde a lo que predican. Una contradicción teóricamente insalvable, para la que López Miras debería ir pensando en una respuesta.

Hay en el acuerdo PP/Vox un epígrafe con el que no se han guardado las formas: la adjudicación a los abascales del Consejo de la Transparencia (a partir de ahora, más Defensor del Pueblo), entidad que se define como «órgano independiente de control», que debe actuar «con objetividad profesional y plena independencia orgánica y funcional de las Administraciones públicas», y cuyo presidente ha de ser designado por la Asamblea Regional, de la que deberá obtener una mayoría de dos tercios de los diputados. Incluir un órgano de estas características en el reparto político desnaturaliza de antemano su misma razón de existencia.

Por contra, llama la atención que Vox haya renunciado a los ‘cargos de consolación’ que el PP ya les había ofrecido con anterioridad como compensación a que renunciaran a entrar al Gobierno: un puesto en la Mesa de la Asamblea y un senador por designación autonómica. En Vox se reafirman en su desinterés. Creen que el poder real en la Asamblea está en la Diputación Permanente, desde donde la misma mañana del viernes, día en que se anunció el pacto, plancharon la moratoria urbanística del Mar Menor propuesta por el PP, y que un escaño de Vox en un Senado de mayoría absoluta de los populares carece de interés. Hay quien opina que, en el clima de entusiasmo por la entrada al Gobierno, a los de Vox se les olvidó recuperar estos flecos, pero los abascales aseguran que el PP les sugirió añadirlos al lote y renunciaron a ellos para demostrar que «no queremos sillones sin capacidad ejecutiva».

En realidad, el pacto llegó el viernes a la Región facturado desde Madrid en casi todos sus detalles. Ha sido elaborado en Génova&Bambú (sedes centrales respectivas del PP y Vox), con López Miras pegado al teléfono con la primera. Vox Murcia no ha participado directamente en su elaboración. La primera comunicación que recibió Antelo de López Miras se produjo en la tarde del pasado viernes para citarlo al día siguiente, sin que le concretara el contenido del pacto. Inmediatamente después, el PP emitió un comunicado en que anunciaba que Vox entraría al Gobierno, sin más. Antelo emitió un tuit con la reproducción de la noticia en el que, suponiendo que se trataba de negociar, apuntó que exigirían Agricultura. Y entonces todo se precipitó para evitar que en las previas se produjeran nuevos roces. El líder del Vox fue informado de lo que había, y ya a la noche se hizo público el contenido del pacto con el logo de ambos partidos. La reunión que celebraron ayer López Miras y Antelo, que inicialmente había sido concebida como un teatrillo para la negociación, se convirtió en un amigable café de celebración.

Todo ha sido negociado y acordado en Madrid. En Murcia no ha habido reunión ni contacto entre PP y Vox que pueda acreditarse más allá de conversaciones informales de pasillo. Hasta el pasado viernes, desde el 7 de julio, en que fracasó el primer intento de investidura, el presidente no tomó contacto con Antelo, y Vox vetó cualquier encuentro público o reservado que no incluyera la opción de participar del Gobierno. El acuerdo entre Abascal y Feijóo para la investidura sin condiciones de éste incluyó, sin embargo, una condición: solucionar el asunto Murcia. Y los aparatos de ambos partidos pusieron manos a la obra con total discreción, pero sin resultados, pues tanto en Madrid como aquí el dilema era el mismo: entrar o no al Gobierno. «Las condiciones de Vox son inasumibles», decía Bendodo todavía el pasado jueves. En Murcia, Vox sólo recibía un mensaje desde Bambú: «Tranquilos, todo va bien». Hasta que el viernes, ya al borde del abismo de la repetición electoral, llegó el correo de Génova con el acuerdo facturado. Un acuerdo que casi se solapa por pocas horas con el momento en que Vox tumbaba el decreto del PP para la moratoria urbanística del Mar Menor. La gracia es que los populares reaccionaron responsabilizando del hecho al PSOE y a Podemos, pasando por alto a Vox, al que disculparon asegurando que «ya son conocidas sus posiciones». Es decir, evitaron criticar su gesto ante la inminencia de aceptarlo como socio.

Con este pacto, inevitable por la composición parlamentaria que dejaron los resultados del 28M, se ha esquivado el disparate de una repetición electoral. Pero está por ver si el remedio es más sostenible que la enfermedad. Porque PP y Vox se necesitan, pero no se gustan. Y la convivencia de los matrimonios forzosos suele ser muy chunga.

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