Aire, más aire

Playboy

Miguel López-Guzmán

Miguel López-Guzmán

Los de mi generación, los que nacimos en los inicios de los cincuenta bajo la tutela de la democracia orgánica del Régimen del 18 de Julio; los que estudiamos un bachillerato con sus reválidas incluidas, creo recordar que siguiendo las pautas marcadas del ministro Villar Palasí, nos las tuvimos que ver con la lengua extranjera, para la inmensa mayoría el idioma francés. Fueron muy pocos los que se decantaron por el inglés, aquellos que mirábamos como bichos raros, habas contadas, que salían del aula general a media tarde para decir «yes» o «hellow».

En el bachiller superior la revista francesa Paris Match (algunos picarones ya preferían la también francesa edición de Lui) ocupaba en la carpeta o en la cartera (mucho más discretas que las mochilas actuales) lugar principal junto al libro de texto de la Lengua Francesa de la editorial Edelvives. Tan importante fue la citada revista ilustrada que los preuniversitarios leímos y realizamos la traducción obligada ante mi siempre admirado don Manuel Batlle en el examen que nos abriría las puertas de la Universidad.

Más tarde, en los largos veranos de entonces, nos comíamos las uñas al conocer a alguna inglesita de buen ver, mosquearnos ante sus alegres sonrisas al ignorar como zopencos el idioma de Shakespeare. 

También fue buena y fresca compañera en los resecos estíos de los días de milicias, revista calificada de peligrosa, prohibida y oculta ante la mirada inquisitiva y el celo de nuestras madres. Fue el Playboy, todo un mito editorial de los días de juventud, la que junto a los cursos en discos de vinilo de CCC, nos enseñaron a decir «my love» en aquella noche de verbena al arrullo de las olas del mar. Pequeño tributo para tantos sueños de verano, al que el tiempo nos remite al volver a mirar sus manidas páginas, haciendo reverdecer los días de vino y rosas, cuando se admiraba con pasión la belleza de una mujer. 

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