La Feliz Gobernación

Las medallicas de don Alberto

Dice Castillo que enmedallar a los diputados es práctica habitual en otros Parlamentos, pero puestos a copiar debiera hacerlo en los aspectos edificantes, sobre los que la décima legislatura murciana ha sido poco pródiga

Alberto Castillo, presidente de la Asamblea Regional.

Alberto Castillo, presidente de la Asamblea Regional. / L.O.

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Hace un par de años, el presidente de la Comunidad, López Miras, nos otorgó a todos y cada uno de los murcianos una Medalla de Oro de la Región por lo bien que nos habíamos portado durante la pandemia. Fue un caso de democracia al revés: la primera autoridad juzgaba la actitud del pueblo, no el pueblo el que valoraba la gestión de la primera autoridad.

Se empieza así y se termina con los políticos otorgándose medallas a sí mismos. La segunda autoridad de la Región no iba a ser menos que la primera, sino más, y se ha ido a una tienda de trofeos deportivos a comprar por 9.000 euros 45 medallas para imponer a los diputados de la Asamblea como distinción de final de ejercicio. Por supuesto, una de ellas es para él, incluso en justicia debiera ser más gruesa y maciza, ya que para eso es el presidente y a quien se le ha ocurrido la idea.

Dice Alberto Castillo que esto es práctica habitual en otros Parlamentos autonómicos, pero es sorprendente que puestos a copiar de los demás no lo haga en los aspectos edificantes, sobre los que la décima legislatura murciana ha sido poco pródiga. Por fortuna para los otros, ninguno ha copiado la originalidad murciana de disponer de un presidente tránsfuga, que además ha abierto un nuevo capítulo en el Derecho Político al asegurar que los tránsfugas son los que no se han cambiado de partido. «El infierno son los otros», ya lo decía Sartre.

Asegura a Onda Cero que ya le resbala que le llamen tránsfuga, porque se ve que también, desde el cómodo sillón y el supersueldo de la presidencia le ha hecho callo la expresión que designa a quienes abandonan un partido y conservan el escaño obtenido gracias a su marca, su calado electoral y sus recursos financieros. Dice que es coherente porque permanece leal al pacto de legislatura firmado inicialmente con el PP, para lo cual ha tenido que ser desleal a su propia firma, estampada en el documento de la moción de censura que después no votó. ¿Cuánto vale la firma del presidente de la Asamblea? ¿Quién le compraría un coche usado?

Es curioso que cuando lo llamaron desde la sede central de Cs para instarle a que fuera presidente de la Asamblea se mostrara obediente, y después de firmar la moción de censura a instancias también de la dirección nacional entrara en rebeldía. Y esto último cuando ya había tomado el carné del partido, pues al principio iba de independiente.

Dice en la entrevista radiofónica que hasta ahora no le han ofrecido cosa alguna desde el PP, y que no sabe lo que hará si se la ofrecen. Es una manera de decir: ¿a qué estáis esperando? Puede que el romano López Miras no pague a traidores, pero cuidado con Castillo, que dice que lleva muchos años «callado y tragando», y cuando regrese a las redes sociales probablemente recupere el estilo faltón que le obligó a alejarse de ellas en una decisión desintoxicadora.

De su concepción escolar sobre lo que constituye un Parlamento da cuenta el que diga que «los diputados han sido díscolos», y de la burbuja en que vive administrando el presupuesto de la Asamblea el que le reste importancia a un gasto superfluo de 9.000 euros, el sueldo de nueve meses de un mileurista. Peor es que sugiera que la precampaña electoral de Podemos, partido que lo critica por esto, también cuesta dinero y deberían entregarlo «a los pobres». Hombre, a los pobres los asiste Cáritas; los partidos y la Administración están para desarrollar políticas activas contra la pobreza. Las limosnas, a la puerta de la iglesia. Véase qué cabecicas hemos metido en el Parlamento.

A Castillo le pierde el protocolo, pues sabido es que le gustan las distinciones, las metopas, los pregones, todo ese mármol municipal y espeso, que decía Valle-Inclán, de ahí que no pudiera faltar colofón sin autocondecoración.

El transfuguismo ha convertido la décima legislatura de la Región de Murcia en una vergüenza pública, y encima el capitán de la tropa quiere salir enmedallado en vez de elegir el camino de la prudencia y el silencio para no desprestigiar más a las instituciones en que se han ciscado.

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