Cartagena D.F.

Divino tesoro

Andrés Torres

Andrés Torres

El botellón, las multitudinarias fiestas ilegales o, simplemente, la rebeldía y la búsqueda de independencia nos llevan con frecuencia a generalizar y meter a todos los jóvenes en el mismo saco. Incluso se adoptan medidas que más que ayudar a este sector de la población, pretenden combatir sus hábitos y costumbres. Recurrimos con gran facilidad a los prefijos ‘des-‘, ‘in‘ o ‘i-‘ para definirlos de forma absolutamente injusta. Son prefijos que indican negación, que se hace lo contrario o señalan un exceso. Despistados, despreocupados, desconectados, desnortados, descolocados, deshinibidos, desubicados, irrespetuosos, irresponsables, irreverentes, inconscientes, irreflexivos… ¿Cuántas veces habremos usado estos calificativos u otros similares para describir a la juventud de hoy en día? No puede ser. Nuestra visión de los jóvenes no puede ser tan simplista ni, por supuesto, tampoco tan negativa y pesimista. No podemos construir una sociedad para defendernos de ellos, porque los vemos como un colectivo que resta. Tenemos que dejarles ocupar su lugar, enriquecernos de sus virtudes y animarlos a sumar y a transmitir y desarrollar sus inquietudes y proyectos. Tenemos que permitirles hablar y opinar, pero, sobre todo, hemos de escucharlos y tenerlos en cuenta.

DIVINO  TESORO

DIVINO TESORO / Andrés Torrescartagena d. f.

Esa es precisamente la conclusión más importante para mía de la 'radiografía' sobre los jóvenes de Cartagena que ha realizado la Universidad de Murcia por encargo de nuestro Ayuntamiento. El estudio lo ha presentado esta semana la alcaldesa junto con la responsable del trabajo y evidencia que los jóvenes no son un problema, pero sí que tienen problemas importantes, entre ellos, los que más les preocupan: encontrar un empleo y conseguir una vivienda propia, nada por lo que no hayamos pasado los adultos y los mayores antes. Lo curioso es que se impone la sensación de que en la era de los mayores avances de la humanidad parece que los seres humanos nos lo ponemos cada vez más difícil a nosotros mismos.

Además, también es significativa la desafección de los jóvenes con la política. Los cada vez más escandalosos y mediáticos casos de corrupción, de todos los colores y sabores, no ayudan mucho a revertir esta animadversión. Aunque lo peor es la desconfianza en los representantes públicos a la hora de solucionar sus problemas.

Es fácil encontrar jóvenes en las aglomeraciones de los botellones o en fiestas ilegales que debemos seguir combatiendo mediante la búsqueda de un ocio alternativo mucho más saludable y enriquecedor, menos peligroso y descontrolado, pero también más asequible y accesible.

El error es pensar que estas concentraciones son el único lugar donde encontrar a los jóvenes, porque basta con prestar un poco de atención para ver cómo destacan también en las universidades, los colectivos sociales o en la cultura y el deporte, entre otros muchos campos. Son muchos, mayoría, los jóvenes bien formados y preparados para un mundo que quizá se torne más complicado para el mantenimiento de nuestras libertades del que transitamos en este primer cuarto de siglo XXI. Por eso, quieren ser escuchados. Por eso deben hacerse oír. Porque su fuerza y su rebeldía es nuestra esperanza para que el futuro sea cada vez mejor y no convirtamos la evolución y el desarrollo e involución.

Felicito a nuestro gobierno local por esta iniciativa de preguntar a los jóvenes qué quieren ellos, antes de obligarlos, imponerles nuestros criterios y controlar sus comportamientos. Muchos se percatan por sí mismos de que han de ser ellos quienes se labren su porvenir, aunque se encuentren piedras y tropiezos en el camino. Debemos tenerlos en cuenta, cederles su protagonismo y escucharlos con atención para juzgar lo que plantean con buena predisposición. Lo contrario sería perjudicial para todos. Debemos reaccionar antes de que acabemos lamentándonos como el poeta Rubén Darío, por haber perdido el divino tesoro, que se va para no volver.

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