Verderías

Abejas en crisis

Herminio Picazo

Herminio Picazo

Hay un pequeño animal, y también un pequeño sector agroproductivo, que muestra el escenario de la diversas crisis en las que nos estamos moviendo. La crisis de la globalización, la del liberalismo, la de la España vaciada, la climática y la de la biodiversidad. Se trata de las abejas, y con ellas, la del sector que las aprovecha: los apicultores.

Esta semana los productores murcianos de miel han llevado a cabo llamativas concentraciones, con embadurnamiento de miel por el cuerpo de su portavoz incluido, para pedir ayuda y reclamar soluciones.

Las quejas de los apicultores tienen varias vertientes que ejemplifican bien las crisis a las que me refiero. Por una parte, protestan por la entrada masiva de miel de baja calidad y bajo coste procedente de mercados extranjeros, fundamentalmente asiáticos, que dejan a la miel nacional en una posición claramente anti competitiva. Las normas del comercio internacional y las directivas europeas son permisivas hacia estas prácticas, marcando uno de los efectos de la globalización liberal contra los intereses de nuestros apicultores. Junto a ello, la escalada de precios del combustible y otras materias primas hacen que dedicarse a la apicultura sea más bien una actividad económicamente suicida.

Por su lado, la apicultura ha sido inmemorialmente una de las actividades complementarias clásicas del mundo rural en los territorios que ahora hemos dado en llamar la España, o la Región de Murcia vaciada. La crisis contemporánea del territorio desigual se cobra una nueva víctima con las enormes dificultades que tiene la apicultura para subsistir.

Y en el fondo de todo, la crisis climática y de la biodiversidad puede ser la principal amenaza para este sector productivo. Como el resto de los polinizadores, animales que en su conjunto nos aportan tantos servicios ecosistémicos que sin ellos estaríamos perdidos, las abejas sufren graves problemas.

El declive de las poblaciones de abejas, que también se detecta en otros grupos de insectos polinizadores no domesticados, parece deberse a una combinación de factores (patógenos, plaguicidas, cambio climático, usos del suelo,…) que es múltiple pero que sabemos que, al menos en su mayor parte, están provocados por nuestra propia actividad humana. Fíjense que, por ejemplo, una cosa aparentemente tan banal como la extensión de los monocultivos en enormes extensiones hace que se desplome el vigor de las abejas que viven en sus inmediaciones, obligadas a obtener su néctar de un solo tipo de flor y obteniendo por tanto recursos nutricionales más pobres.

Flaco favor nos estamos haciendo desconociendo las leyes universales de la ecología y maltratando la naturaleza hasta el punto de que ésta amenace con dejar de aportar los servicios que nos aporta. La crisis de las abejas es un toque de atención universal sobre estos problemas, y la situación de necesidad de los apicultores implica una llamada a la acción para apoyar sectores económicos que, aunque de pequeña escala, tienen tanta importancia para muchas familias y, en general, para el territorio.

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