La balanza inmóvil

Elemental, querido Watson

Dani Alves.

Dani Alves.

A veces los conceptos más sencillos son los que más tardan en aparecer en Derecho, apunta un clásico autor de Derecho privado. O lo que es lo mismo, un simple detalle puede llevar a a una de las partes a ganar un pleito, o incluso puede acabar con una persona en la cárcel. Aún recuerdo aquel detalle que me llevó a la convicción de quién tenía razón, cuando hace años disputaban un Ayuntamiento y la Iglesia la propiedad de un local social. La clave radicó en que desde ese local, utilizado para actos religiosos y sociales, se podía poner en hora el reloj del campanario de la iglesia del pueblo. Lo que, lógicamente, a falta de otras pruebas documentales, me indujo a sentar que desde tiempo inmemorial ese local era propiedad de la Iglesia.

Pues lo mismo pasa en asuntos más trascendentes para la libertad de una persona. Leo en el triste y ya famoso caso Alves que una de las razones, supongo, que llevó a la jueza a decretar su prisión provisional incondicional y sin fianza fue que la propia víctima adujo que el jugador llevaba un tatuaje, consistente en una media luna en su abdomen. La versión del jugador fue que estaba sentado en el wáter cuando entró la chica y se abalanzó sobre él. Claro que la jueza usó el método Watson y le preguntó cómo podía ver el tatuaje con la camisa puesta, a lo que le respondió que al verla se levantó y pudo verlo, pues va desde el abdomen a la zona genital. A partir de ahí, junto con otras pruebas como las presuntas lesiones fruto del forcejeo que podía llevar la víctima, las pruebas de ADN, si es que las hay, así como los testigos que depusieron ante su señoría, y primero negó conocer a la joven, para posteriormente declarar que fue consentida la relación sexual, la lógica lo llevó a prisión preventiva. Máxime si tiene su domicilio en un país extranjero con el que no existe tratado de extradición.

Otra cosa es que la presunción de inocencia todavía le ampara y habrá que demostrar la comisión del hecho. Otro de los supuestos recientes en que un simple detalle identificó al presunto autor de una infracción criminal ha sido un pederasta que ganándose a los padres y a los niños entre cuatro y ocho años, abusaba sexualmente de ellos y encima los grababa. Los agentes de la Policía Nacional de la unidad de ciberdelincuencia ataron cabos cuando en uno de esos vídeos aparecía un coche de juguete, junto con una fotografía donde se veía el exterior de la casa a través de una ventana y, aunque el sospechoso no salía en las grabaciones, en una de ellas se le vio una microcicatriz en forma de V en un nudillo de la mano.

Una media luna o una simple V bastan. A partir de ahí, se deduce junto con la sobrada experiencia demostrada por la Policía y la Guardia Civil españolas lo sucedido y el auto. Elemental, querido Watson. Y para ello no hace falta más que un buen trabajo y constancia en reunir pruebas para llevarlas delante de un juez. No se precisa ser Sherlock para ello, sino simplemente un astuto agente de la autoridad. Bravo por ellos y por la jueza que ha sabido hacer cambiar al imputado hasta tres veces su versión de los hechos, que como es patente por ahora no le ha servido de nada.

Lo que pasa es que, si todo fuera tan sencillo, habría más casos resueltos y más autores descubiertos. Ojalá que todos llevaran un tatuaje identificativo, aunque hoy con los teléfonos móviles se ubica cada minuto donde has estado. De esa tecnología no disponía el bueno de Holmes. Le bastaba su lupa, su pipa y su gorra deerstalker con el lazo en todo lo alto.

Suscríbete para seguir leyendo