De cine

Obras maestras según Filmin

Obras maestras según Filmin

Obras maestras según Filmin

Me llevó un tiempo aceptar que las películas de hoy pasan directamente por las plataformas. Al principio quise hacerles la guerra y no veía nada que no se exhibiese en salas comerciales. Pensaba entonces, con mayor fuerza de lo que lo hago ahora, que las obras cinematográficas alcanzaban su esplendor en los cines. Para mí era un momento sagrado, como un rito prehistórico, y no entendía la vida sin aquellas tinieblas y sin esa bola de fuego con la que se iluminaba la gran pantalla. Pero terminé dándome cuenta de que me había quedado solo en este mundo y finalmente crucé esa puerta sin retorno.

Después de varios años recorriendo muchos de los canales ofertados por el viejo y el nuevo continente, encontré en Filmin un lugar donde refugiarme. Creo que sus responsables comprendieron a la perfección las ausencias generadas por los gigantes de este negocio. Para todos aquellos que sentimos que el cine va más allá del siglo XXI y que los clásicos ya estaban allí mucho antes de que Scorsese aterrizase con su cámara, la filmoteca de esta plataforma se presenta como un laberinto apasionante. Yo les estaré eternamente agradecido por la cantidad de hallazgos revelados en sus profundidades.

A pesar de las horas invertidas en Filmin, no fue hasta hace unos días cuando reparé en su página de inicio. Siempre me había dirigido directamente a su buscador a la caza de los directores o los intérpretes que me habían interesado. De esta manera descubrí una serie de recomendaciones que la plataforma hace a sus clientes. Allí se puede encontrar un buen surtido de temáticas con unos nombres muy sugerentes: «Acción de la buena», «Los mejores finales», «Casos abiertos». De todos ellos me despierta una especial desconfianza»Obras maestras» por ser este un término demasiado categórico que con frecuencia tiende a la confrontación.

Abro el paquete y comienzan a aparecer películas de reciente producción de las que no puedo decir ni media palabra porque no estoy al tanto de ellas. Por no ofender a nuestro presente, me decido por Pacifiction de Albert Serra y me introduzco en un extraño paraíso en la Polinesia francesa. Las imágenes de los atardeceres, la selva y las aguas azul piscina son hipnóticas, pero es un plomazo en el que no sucede prácticamente nada durante casi tres horas. Las pretensiones de su director se acentúan en cada plano y tiene, en ocasiones, esos discursos seudointelectuales que tanto recuerdan a la Nouvelle Vague.

Vuelvo a la lista de Filmin y no tardan en llegar nombres conocidos. Me invaden sentimientos en todas direcciones: los títulos que tengo en alta estima a pesar de que ninguno me parece cum laude (Cinema Paradiso, The Artist, La conversación); aquellos que se han situado en la cima del mundo y que yo no soporto (Pierrot el loco, El gran Lebowski, Pozos de ambición); otros que tienen ciertos destellos, aunque me terminan aburriendo soberanamente (El árbol de la vida, Mulholland Drive, Apocalyse Now). Podría seguir deshojando la margarita y al final solo me quedaría con una breve selección de ilustres (El apartamento, La ventana indiscreta, Tiburón).

Todo esto me hace pensar en el verdadero significado de ‘obra maestra’. Frente a esa tendencia de los críticos de colocar dicho distintivo a un sinfín de películas tras el primer visionado, yo prefiero ser más conservador. De entrada, creo que el tiempo es un factor determinante. Debemos ser cautos y observar el impacto de las producciones en el contexto de su época. Por otro lado, lo que hoy nos parece magnánimo, mañana puede resultarnos grotesco. El valor artístico en cine muy a menudo se confunde con modas pasajeras que, una vez superadas, se quedan en nada.

Filmin es una empresa privada y puede elevar a los altares cualquier obra cinematográfica por muy descabellada que nos parezca. Pudiera quedar la duda de si sus responsables se creen su propia lista. Para ser honestos, prefiero que todo esto forme parte de una estrategia comercial.

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