Pasado de rosca

Que el parásito no mate al huésped

Bernar Freiría

Bernar Freiría

Contaba recientemente Paul Krugman que en una ocasión había sido invitado a dar una conferencia en São Paulo, Brasil. Su vuelo había llegado con mucho retraso y los organizadores, para evitar que los atascos de la ciudad paulina impidieran la llegada a tiempo de Krugman al lugar donde debía dar la conferencia, le habían enviado un helicóptero taxi. Al acabar la conferencia, el medio para volver al aeropuerto era un coche. Dice Krugman, que habitualmente usa el metro como medio de transporte, que su primer pensamiento fue de fastidio por no disponer otra vez del helicóptero. Inmediatamente se dio cuenta de que en el momento en que disfrutamos de un privilegio éste tiende a ocupar en nuestra mente el estatuto de un derecho.

Advertía en el mismo artículo el economista estadounidense que es ese mecanismo el que en general convierte a los privilegiados de este mundo en seres egoístas y un tanto atrabiliarios, y señalaba que un grupo de oligarcas de este tipo se han adueñado de nuestro mundo y lo gobiernan desde su posición privilegiada, tratando a toda costa de perpetuar cuando no de acrecer su fortuna, fuente de todos sus privilegios.

Si indagamos en el origen de esas fastuosas fortunas encontramos frecuentemente que las empresas que las han generado ofrecen, desde una posición cuasi monopolística, un bien o un servicio que una gran cantidad de ciudadanos precisan, como necesidad natural o inducida, de manera cotidiana. Esa posición monopolística, apoyada en un uso ventajista de la tecnología, les permite especular con el bien con el que comercian y establecer los precios no en función de sus costes, sino en función de los desorbitados beneficios que los dueños ambicionan. El ejemplo más paradigmático son las empresas energéticas, que fijan sus precios acordándolos entre las diversas megacompañías, sin tener en cuenta los costes reales de sus productos. Así vemos hoy que el precio de los combustibles fósiles no guarda relación con el precio del barril de crudo. El precio de este llegó a ser casi el doble que el actual. Y cada litro de combustible que repostamos nos cuesta hoy, paradójicamente, el doble de lo que nos costaba cuando el precio del crudo estaba en máximos.

Esta dinámica convierte a las grandes empresas y a sus magnates en élites extractivas que obtienen sus inmensas riquezas del fruto del trabajo de sus clientes, que somos todos. Es como si en la cima de la pirámide social se hubiera instalado una clase parásita caprichosa que ha perdido de vista las condiciones de la gran base de la que obtiene un lucro creciente. Tal es su voracidad de riqueza que están a punto de convertirse en el parásito que mata al huésped, como sucede con algunos patógenos.

Y, sin embargo, una señal de esperanza aparece por el horizonte. En 2022 han caído drásticamente los beneficios de estos gigantes económicos y tecnológicos. Amazon ha visto caer su valoración bursátil hasta un 51% el año pasado. Se calcula que Elon Musk ha perdido en el mismo año unos doscientos mil millones de dólares, la mayor pérdida de patrimonio de la historia. Por su parte, Mark Zuckerberg ha perdido en el mismo periodo unos ochenta y ocho mil millones de dólares. En conjunto, las fortunas de los tres grandes de las tecnológicas se han reducido a la mitad a lo largo del año 2022.

De alguna manera su clientela ha reaccionado a la voracidad de Amazon y conocer las durísimas condiciones a las que somete a sus trabajadores ha hecho que muchos de los que utilizábamos sus servicios nos estemos orientando, por responsabilidad social, a otro tipo de comercio seguramente más incómodo pero que no carga sobre nuestras conciencias las condiciones laborales de los trabajadores de Jeff Bezos. A Elon Musk sus caprichosos errores con Twitter, pero también con Tesla, le están pasando factura. Y otro tanto podríamos decir de Mark Zuckerberg y su visionario Meta. 

Ese es el rayo de esperanza, que el huésped/cliente está plantando cara al parásito/magnate golpeándolo donde más le duele, que es el valor de su cotización en bolsa. Esperemos que lo sucedido en 2022 con sus fortunas los haga recapacitar. Respecto a las energéticas tenemos menos capacidad de acción,, pero también ha de llegar hasta ellos la rebelión de los clientes.

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