Café con moka

Juego que me regalo un 6 de enero

Mónica López Abellán

Mónica López Abellán

Aunque sin Rey Mago sigo en pie», que canta el célebre Silvio Rodríguez en su Juego que me regalo un 6 de enero. Recién pasada la euforia de la visita de los Magos de Oriente a nuestros hogares, siento y compruebo que todos, de una u otra forma, necesitamos creer en el encanto y milagro que les acompaña. Quizás ya no de un modo tan inocente y cándido como en nuestra infancia, pero sí en esas fuerzas magnánimas que ejercen y operan para hacernos bien. Incluso de una forma completamente práctica, y también muy nostálgica, aludiendo al esfuerzo y dedicación de nuestros padres por cumplir aquellos deseos de niños en forma de sorpresas y regalos. 

Hoy me toca a mí ejercer ese amparo y seguridad con mi pequeño y experimentar la magia desde el encargo y el trabajo de ofrecerle lo mejor, no ya desde el punto de vista material. Así, sin poder obviar la realidad de una guerra que sigue acongojándonos y afligiéndonos, mi hermana quiso trasladar esta responsabilidad también a sus tres retoños, sabiendo que esto les serviría para crecer en humanidad, caridad y ternura. De este modo, y haciendo extensiva la propuesta a mi hijo, les expuso muy didácticamente que Sus Majestades tienen en esta ocasión el importante encargo de reconstruir los colegios y hogares de los niños ucranianos que han sido destruidos y devastados por las bombas, por lo que para colaborar con esta causa, y que puedan destinar más recursos a ese bonito fin, sus cartas podrían ser más breves. Y una vez más la empatía de los niños nos sorprendió. Hubo menos regalos pero no se perdió ni una pizca de la emoción de esa excitante noche y su alegre mañana. 

Yo, en medio de este contexto abrumador y cruel para muchas familias y hogares, necesitaba más que nunca esa esperanza e ilusión propia de la Epifanía. Necesitaba y necesito creer que nuestros deseos serán también una realidad, de la forma más mágica o más práctica, pero que se cumplirán. Que habrá alguien o algo esmerándose en que así sea. Por lo que en mi carta no había nada material, solo pedí el final de una guerra, salud para los míos, y, teniendo en cuenta mi estado, un feliz alumbramiento. 

Evidentemente mis deseos no estaban bajo el árbol en la mañana de ayer, pero sigo soñando que, con Rey o sin él, éstos también puedan ser mi regalo (atrasado) de un 6 de enero. 

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