De cine

Carlos Boyero, el crítico

Carlos Boyero, en el documental sobre su trayectoria.

Carlos Boyero, en el documental sobre su trayectoria. / L.O.

Descubrí a Carlos Boyero en Granada, una de aquellas mañanas de mis primeros años universitarios en las que matábamos el tiempo con un solo café y conversaciones kilométricas. Boyero trabajaba entonces en El Mundo y para alguno de mis amigos ya era un imprescindible de las páginas de cultura. Recuerdo que hablaban de él con esa admiración que despiertan los clásicos y sus artículos corrían de mano en mano como la pólvora.

A mí sus críticas me conquistaron desde el principio. Había en ellas una claridad insólita y estaban escritas como con ácido sulfúrico. Era una sensación extraña aquella. Carlos Boyero se convirtió en una especie de amigo íntimo con el que me citaba todas las semanas para aprender de cine y de otros placeres de la vida. En la mayoría de las ocasiones disfrutaba más con su pluma que con las obras exhibidas en la cartelera. Leyéndolo comprendí que la crítica cinematográfica era un refugio para seguir viviendo dentro de las películas eternamente y supe que algún día, salvando las distancias, yo acabaría siguiendo sus pasos.

Pero algo se rompió dentro de mí. Supongo que me terminé cansando de tanta droga y sexo ajeno, de la constante presencia del suicidio y de todas esas ‘hostias’ recibidas, y relatadas, en su infancia. De la noche a la mañana dejé de visitarlo y me interesé por otros compañeros de oficio que no he abandonado desde entonces. Los héroes de la juventud, como los de cualquier época, de tanto usarlos también se rompen.

Solo ahora vuelvo a sus dominios gracias a El crítico, el documental de Juan Zavala y Javier Morales que emite TCM. La película aterriza en San Sebastián y sigue a Boyero por el festival de 2021. A partir de una serie de entrevistas, su protagonista relata algunos episodios de su ya conocida biografía y se detiene en ciertos momentos de su larga carrera profesional. Esta parte es especialmente interesante para todos aquellos a los que nos duele la pérdida del antiguo periodismo. De su voz parsimoniosa y nocturna se intuyen los pasos canallas de Antonio Gasset, Oti Rodríguez Marchante y otros nombres sagrados de este mundo, y es imposible no sentir un poso de nostalgia por los tiempos pasados.

El documental no oculta las numerosas polémicas que Carlos Boyero ha ido cosechando a lo largo de los años. Allí aparece Pedro Almodóvar y la célebre historia de enemistad que une a ambos personajes, o las lecciones morales impartidas por las figuras más destacadas de la nueva hornada de opinadores cinematográficos. Igualmente hay un espacio para aquella carta publicada en El País firmada por Victor Erice, José Luis Guerin y un sinfín de cineastas y críticos como protesta por los métodos utilizados por nuestro hombre tras un Festival de Venecia. La misiva puso patas arriba el pequeño universo de la prensa cultural. En ella se podía leer, entre otras muchas cosas, que Boyero había «renunciado a la crítica y a su deber como informador, demostrando su falta de respeto hacia los lectores».

Yo en aquel entonces me encontraba en el momento cumbre de mi veneración hacia él y no entendí muy bien el manifiesto. Hoy que me sitúo en las antípodas continúo sin comprenderlo. El ejército de fieles que siguen a pies juntillas las opiniones de Boyero lo hacen, en gran parte, por el morbo de sus contenidos, en la esperanza ciega de cruzarse con alguna de sus excentricidades. No hay, en este sentido, ninguna firma en el periodismo español que haya respetado más a sus lectores.

Dejando de lado las sombras que acechan al protagonista, el final de El crítico esconde una grata sorpresa. Boyero y Marchante comparten mesa en San Sebastián y no son capaces de terminarse una botella de vino. En su lugar disfrutan de una pacífica manzanilla. Caben en esta imagen los críticos de toda una generación y su carácter otoñal no puede ser más desolador. Las épocas doradas, por desgracia, también se apagan.

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