LIMÓN&vinagre
Tres eran tres
Tricicle
Josep Cuní
La nostalgia ya no es lo que era. El grafiti que lo reflejaba en una pared de Nueva York obviaba que la tendencia a la evocación sentimental ha sido una corriente que ha trascendido generaciones. Precisamente, por ser una constante en todas ellas, ha hecho creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y no necesariamente. Si algo fue, eso sí, fue distinto. Puede incluso que en esta época más que en otras anteriores, pero distinto al cabo.
Todos nuestros antepasados tuvieron nostalgia de algunos paisajes vitales que les acompañaron en diversos momentos de su viaje. Y son esos instantes, y no los días, los que recordamos. Lo dijo Walt Disney para justificar el cine que hacía y lo que con él perseguía. Y a fe que lo consiguió. Son ya varias las generaciones que invocan sus películas, bandas sonoras y dibujos como los iconos que fueron mucho antes de que la censura de lo políticamente correcto los considerara portadores de traumas infantiles e incitadores de violencia. Veredicto de los nuevos jueces de la moral que, mirando con ojos escrutadores, observan perversión allí donde los niños y adultos de su tiempo conectaron con la felicidad negada porque se quedaron con el mensaje final y no con la anécdota dramática de la trama.
El adiós artístico de quien ha marcado época invita a mirar hacia atrás. Y recordar, que es otra manera de vivir. Y esos recuerdos acumulados incitan a considerar los compartidos como minutos mágicos que no volverán. Se convierten, al decir de Sabina, en algo así como labios que saben a despedida, vinagre en las heridas y pañuelo de estación. Pero como está comprobando Serrat en la recta final de su despedida de los escenarios, nada ni nadie puede impedir que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos y que un día nos digan adiós.
ADIÓS EN EL LICEU. Esto ha hecho Tricicle (Carles Sans, Badalona, 1955; Joan Gracia y Paco Mir, Barcelona, 1957). Convocados sus incondicionales en el Gran Teatre del Liceu durante cuatro días, se han desquitado del agravio que les provocó la pandemia interrumpiendo sus últimas representaciones como compañía. Y como si de una propina se tratase, han regresado solo para decirnos que ahora sí, que basta, que oficialmente se van entonando su adiós con el corazón porque con el alma no pueden.
Atrás dejan más de cuarenta años de profesionalidad excepcional y éxitos varias veces revisados. Y cada uno de ellos, celebrado con la misma intensa felicidad que cuando nos desternillamos la primera. Es más, al intuir los gags o conocerlos de antemano, concitaban la risa excitada de quien sabe lo que se avecina y busca inútilmente la venda que no paliará, en absoluto, la festiva herida reclamada. Y al no haber necesitado de palabras para seducir tampoco han tenido que arrepentirse de no haber callado a tiempo.
400 ESCENARIOS, 20 PAÍSES. Carles, Joan y Paco han transitado por cine y televisión con la misma inteligencia que lo hicieron por el estadio olímpico de Barcelona-92. Pero todo ello fue solo un complemento a los más de 400 escenarios de 20 países a los que subieron en más de 6.000 ocasiones. Al final de todas ellas han salido a los vestíbulos a agradecer personalmente a los públicos respectivos su gentileza, escuchar sus comentarios y sumar anécdotas. El mismo público que les tiene ya guardados para siempre en la casilla personal e intransferible de su alegría.
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