Erre que erre (rock and roll)

Por terminar

Jutxa Ródenas

Jutxa Ródenas

Nos estamos acostumbrando a que nos dejen mirando la fiesta, a medias, con lo peligroso que es eso de no cerrar ciclos. Y no cabe banalidad más peligrosa que algo por terminar, que se ancla y va sembrando la angustia del peso emocional del desorden.

Esta misma semana llevé el coche al taller con la atención desmedida de quien no tiene ni idea de mecánica, lo dejaron a mitad con la consecuencia de tener que volver a reparar lo inacabado. Pasé mientras lo arreglaban por una peluquería y tras un tratamiento capilar la trabajadora más entusiasta del planeta tuvo la osadía de preguntar si quería peinarme; no, mire usted, señorita peluquera, yo he venido aquí para salir con una pinza y moño al trote. De vuelta a casa pensé en cada una de las situaciones en que algo entre dos también se quedó a medias, demasiadas veces la cena sin tocar por algún enfrentamiento, la cama por deshacer y como dijo aquel, la casa sin barrer aun dando demasiado por finalizado ante el excelentísimo elenco que está pendiente de la historia de dos.

Yo no sé el motivo del empeño de algunos por no acabar la faena y salir por la puerta grande manteniendo al menos un cuarto de dignidad o defendiendo su verdad. Debe ser una carencia importante de amor propio el que da la percepción equivocada de que entre acabar o no con algo, marca la diferencia, como si ningún esfuerzo hubiera acontecido, con lo angustioso que resulta el sentimiento de fracaso, el de completa inutilidad que genera esa horrible sensación de estancamiento digna del que se deja mirar por encima del hombro, sin haber dado su consentimiento. Aunque bueno es saber que en ocasiones somos tan ingeniosos recordando lo que quedó inacabado que a ver quién es el guapo que nos dice eso de que la nostalgia por lo que no llegó a ser no es el mejor aliciente para forjar una historia, o tal vez la más bonita de las canciones si en nuestra carente existencia nos han enseñado que la miel y el vinagre es lo único que no caduca.

Y son tantas las películas inacabadas que escuchar hablar de La Soga (Alfred Hitchcock), Sed de Mal (Orson Welles) o El último vals (Scorsese) nos provoca una pasmosa fascinación, un indescriptible embrujo. Tantas canciones con frases por terminar, tantos gestos de cariño que quedaron en intento, tantas promesas que se juraron y jamás se cumplieron que duele, duele la duda que jamás será despejada porque nunca sucedió lo inacabado.

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