La Opinión de Murcia

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Bernar Freiría

Pasado de rosca

Bernar Freiría

Clientes atrincherados

En el último cara a cara, el martes pasado en el Senado, entre el presidente Pedro Sánchez y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, el primero blandía un ejemplar del diario El Mundo en cuya portada se instaba al líder conservador a ser implacable con Sánchez. Con este gesto el presidente del Gobierno sostenía que la prensa conservadora es la que fija el discurso al jefe de la oposición. Abundaba en ello con otro ejemplar del mismo periódico que instaba a una ruptura en el acuerdo que estaba a punto de alcanzarse entre los dos principales partidos para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. La ruptura que tuvo lugar un día después.

¿Es cierto que es la prensa la que marca el paso que luego los políticos siguen? La clave puede estar en una entrevista que otro diario madrileño, El País, realizó el 20 de noviembre a Carlos Núñez, presidente ejecutivo de PRISA Media, la empresa editora del periódico. En ella, Núñez afirmaba: «Los medios de PRISA están en el ámbito progresista. Es algo que va más allá de la política, es una visión de la vida, el modelo de sociedad que ya planteaba El País en su fundación, y que ha hecho líder a la Cadena SER. Estamos operando en un mercado en el que, basándonos en encuestas, más del 50% de la población se autodefine así y hay poca competencia ahí en comparación con el sector de derechas o centro derecha, que está sobresaturado de medios».

Ahí está el quid del posicionamiento de la prensa, al menos de la prensa madrileña, que aparentemente es la más ideologizada. No hay otra cosa que la búsqueda de un nicho de mercado. Nadie mejor que un ejecutivo para explicar las cosas con claridad. No se trata, pues, de ideología, de pensamiento, sino de satisfacer las preferencias del cliente. A él es a quien va dirigido el producto. La ideología sustituida por la mercadotecnia. Y el ideólogo, por el buen gestor, cuya misión es estar atento a las necesidades del mercado, a las apetencias y gusto del cliente. Si quieres tener éxito con tu producto, hay que satisfacerlas. El auténtico jefe es el ejecutivo, el director de un medio de comunicación es perfectamente sustituible, como ha venido sucediendo en los dos diarios a los que hacemos referencia.

En otro ámbito cultural en el que está sucediendo algo parecido es en el editorial. Los editores a la vieja usanza, gentes con criterio para saber reconocer una obra con valor literario, están desapareciendo sustituidos por el ‘lince’ capaz de descubrir un manuscrito que se va a vender como rosquillas una vez convertido en libro. Es comprensible que una empresa busque ganar dinero como resultado de su actividad. Pero la dinámica que ha llevado a la compra de editoriales independientes por grandes grupos está haciendo que la cuenta de resultados arrincone a la literatura. La venta de un producto se dirige a lo que se llama un nicho de mercado. Y lo que hay que buscar no es tanto la excelencia de ese producto como la identificación de las preferencias dominantes en ese nicho de mercado al que se dirige. Mientras existan suficiente número de aficionados a la buena literatura o a la información objetiva y al margen de trincheras, aún queda alguna esperanza.

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