La Opinión de Murcia

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Tribuna libre

La dislexia no es solo cosa de niños

Pilar, Luisa y María estudian diferentes carreras en facultades de Murcia y de otras comunidades. Tienen aficiones y gustos distintos y, de no ser porque las tres quisieron resolver una dificultad que les preocupaba, tal vez no se hubiesen conocido.

En sus estudios de biotecnología, matemáticas e ingeniería se encuentran con el mismo problema: no les da tiempo a acabar los exámenes.

Señalan conocer la materia, incluso que, al ver el examen pueden anticipar que sabrán contestar correctamente, pero tienen graves problemas para acabarlo debido a la falta de tiempo.

El interés por conocer la razón por la que necesitan un tiempo adicional para realizar los exámenes, las hizo coincidir en una entrevista de valoración. A medida que hablaban de sus experiencias con los estudios en Educación Primaria y Secundaria fueron surgiendo más coincidencias entre las tres.

Recuerdan horrorizadas las lecturas en voz alta delante de sus compañeros. Cuando leían eran muy lentas y, si intentaban leer más rápido, sustituían unas palabras por otras o se saltaban los renglones y se perdían. En los primeros cursos de Educación Primaria, sus libretas contenían gran cantidad de tachones en rojo indicando sus errores ortográficos, y recuerdan comentarios de sus abuelas señalando que, alguien de la familia, también cometía muchos errores ortográficos y que no le gustaba ir al colegio.

Poco a poco fueron incorporando tediosas estrategias para evitar tener faltas de ortografía… Al recordar aquellos años, suele surgir la imagen de sus madres leyéndoles en casa textos de sociales o naturales.

Cuando estaban en Educación Secundaria, las tres coinciden en señalar la necesidad de leer muchas veces los textos para aprenderlos. Recuerdan que no tenían dificultad para comprender en clase, pero cuando debían aprender en los libros, necesitaban más tiempo que sus compañeras y compañeros. Esa experiencia las llevó a pensar que tal vez no tenían capacidad suficiente y que deberían pensar en salidas diferentes a la universidad.

Llegaron a dudar de su potencial intelectual, aunque tenían experiencias de aprendizajes adecuados en otras tareas.

La sospecha de no tener suficiente capacidad, incluso después de superar el bachiller, la EBAU y dos cursos en la universidad aún no ha desaparecido. Es como un fantasma que de vez en cuando aparece y las intimida.

Las pruebas utilizadas para valorar si presentan dislexia son concluyentes: al leer palabras y pseudopalabras en voz alta cometen pocos errores, pero los tiempos de lectura por cada ítem leído exceden significativamente los milisegundos utilizados por los normolectores en Educación Secundaria. Como consecuencia de ambos valores, la medida de su eficiencia lectora (aciertos/tiempo) es también inferior.

Los resultados en ortografía se acercan a la normalidad cuando se considera la exactitud, pero también necesitan de un tiempo adicional debido al esfuerzo que deben realizar para evitar las faltas de ortografía. Estos resultados se ajustan a las investigaciones de dislexia en un idioma de ortografía transparente como el castellano.

Como consecuencia de su modo de leer esforzado, se detectan ligeros problemas prosódicos y de fluidez lectora. Estos últimos son lo que motivan la necesidad de incrementar los tiempos de lectura para favorecer la comprensión.

Pilar, Luisa y María ahora saben que no tienen problema intelectual. Sus dificultades son exclusivamente lectoras. Tendrán que continuar con las estrategias que han desarrollado e incluir alguna nueva que mejore su forma de estudio y, como consecuencia, probablemente necesiten dedicar más tiempo a estudiar. Las facultades a las que asisten, a la vista del diagnóstico que presenten, deberán incrementar el tiempo para la realización de exámenes o facilitar una modalidad de evaluación que se adapte a sus necesidades.

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