La Opinión de Murcia

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Jutxa Ródenas

ERRE QUE ERRE (ROCKANDROLL)

Jutxa Ródenas

Cumpleaños total

Las muestras aparentes del paso de los años no perdonan, no basta con demostrar la experiencia y algo de sabiduría adquirida. Que si algo bueno tiene es eso, que han pasado para convencerme de que no puedo ser negacionista del tiempo. Nadie puede. Todos, de alguna manera, hemos venerado sin inmunidad la juventud perdida no teniendo en cuenta lo ingenua y candorosa que puede llegar a ser, sintiendo a veces auténtico pudor a contar lo vivido, los momentos disfrutados, compartidos, la lección aprendida. Me gustan los cumpleaños, celebrar eso de seguir viva. Los cumpleaños que muestran que el camino continúa y aún tengo pendientes muchos errores que cometer.

Me gustan los cumpleaños con poca gente, señal de que mi independencia emocional ha tornado a exigente y ya no me sirve cualquiera que ose estar cerca. Los de haber superado pérdidas innecesarias, gente que en algún momento llegó a ser incluso imprescindible. Y no quiero decir con esto que el paso de los años sea sinónimo de felicidad, bastante tengo con viajar por mi territorio intentando ser la reina de la fiesta en días como hoy, donde toca mirarse al espejo y afrontar el reflejo de lo que cuenta cada línea de expresión, arrugas al fin y al cabo.

Pero cualquiera no tiene el orgullo de contar que la mayoría son señales de superación, y porqué no, surcos que albergan nuevas esperanzas, de esas que vienen sin manual de instrucciones. «Dejar que todo pase, la belleza y el terror. Tan sólo sigue adelante porque has aprendido que ningún sentimiento es definitivo».

En la víspera de mi cumpleaños, que además cae en laboral, se me ha ocurrido proyectar una película donde todo transcurriera alrededor de una tarta con velas encendidas, y sin saber porqué, me he sorprendido eligiendo La gata sobre el tejado de zinc (Tennessee Williams, 1955) Inmediatamente he caído en la cuenta de que cualquier velada cumpleañera sirve como retrospectiva a una vida: recopilas de un plumazo a todos los que has perdido en el camino, gente que se ha querido ir y otra que ya no está, por elección de la caprichosa muerte.

La fiesta como apariencia que una una tradición social casi te obliga a a celebrar, exaltación perfecta donde te abrazan sin miramientos ocultando las verdaderas necesidades afectivas por cubrir, esas que se tienen al despertar en una cama vacía cada mañana.

Pero este año, antes de desenvolver mi primer regalo me prometo cosas... Zanjar conversaciones, hacer el amor con la desesperación de una adúltera, seguir cuidando con honestidad para que después no pese eso tan lejano que es dejarme querer. El tiempo pasa demasiado deprisa para permitirnos hacer un borrador que reescribir en limpio; los recuerdos quedan, los sentimientos cambian, y cada vez disponemos de menos momentos que posponer a mañana.

Como dirían Urge Overkill en su Blackie’s birthday, queda claro que aún no siendo un buen día y sientas que el tiempo se va, no nos queda otra que mirar hacia adelante y aferrarte a la vida mientras suena un rock’n’roll.

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