Hay gente que no es nada justa, y hace cosas que no me parecen bien, y gracias a este espacio pienso reivindicarlo. Seguro que ustedes han transitado alguna estación de servicio, han parado en mitad de la Mancha, entrado al cuarto de baño y ahí han encontrado muestras de arte neolítico. Bueno, no les puedo asegurar que estén en todos los cuartos de baño, pero si ustedes transitan lugares de calidad y prestigio en la carretera se habrán encontrado con ellos. Y no, no me refiero a las firmas de grafitero ni a los dibujos de genitales masculinos, como toda romántica irrefrenable me refiero a las declaraciones de amor. ¿Qué habrá sido de Vanesa y Jonathan que empezaron a salir en 2015 y que iban de viaje de estudios a Cazorla? ¿O de Jessica y Mario, quienes se juraron amor eterno en un baño de la AP-7? A mí que siempre me ha encantado el marujeo (los jóvenes ahora lo llaman salseo) siento una gran curiosidad por la continuación de estos idilios de juventud. El problema viene de la incapacidad para continuar la historia, pero vamos a ver, ¿nunca jamás volvieron a parar ahí? No me lo creo. No sé, volved al año y nos actualizáis, una pequeña nota de prensa, tampoco necesito un informe completo. Qué os cuesta coger un rotulador y añadir: «lo dejamos», «ahora tenemos 3 hijos y una casa con piscina». Entiendo que para los que ponen candados en los sitios como prueba de su amor sea más difícil darnos un parte informativo, pero anda ya, lo de los cuartos de baño va en contra de mi derecho a la información. Aunque quizás todos ellos sigan juntos, no sé, imagínense que el ritual de materializar tu amor en el baño de una gasolinera protege vuestra relación, y nunca más supimos nada de ellos porque les fue genial en la vida y ya no viajan por carretera sino en jet privado, eso explicaría la falta de actualizaciones. Quizás el efecto protector no venga tanto por haberlo escrito sino por la vergüenza de tener que dejarlo después de tamaña declaración pública de amor. Sea como fuere, la próxima ocasión que pase por una gasolinera llevaré conmigo un rotulador, no vaya a ser que la cosa funcione. Pero no toda muestra de cariño es válida, a los que tallan sus nombres en los árboles que les den por saco, ahí no hay romanticismo que valga.