La Opinión de Murcia

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Difícil es imaginar, en estos tiempos, una figura actualizada y que se asemeje en objetivos a uno de mis personajes favoritos de la historia: Noé. Sí, el del arca. Sin embargo, andamos empeñados en que aparezca alguien que coja este papel, porque hay un montón de nuevas especies a proteger del diluvio. Suelen ser principalmente de dos piernas y cabeza sobre los hombros. Se hacen llamar personas, dicen ser inteligentes y lo que es más curioso: alardean de tener corazón. Son, somos, seres vivos. Algunos, descontentos con su número de virtudes, se inventan nuevas o se dedican a efectuar otras, para las que no están preparados intelectualmente. Se hacen pasar por psicólogos espirituales y ponen en marcha todos los mensajes que se encuentran, entre otros lugares, en los sobrecillos de azúcar de las cafeterías. Son los dioses de las soluciones a los problemas de la mente, se lo creen y muchos los creen. Te aconsejan que no busques lo que tienes y que tras la pared siempre hay un muro, y se quedan tan panchos. No se entiende muy bien qué quieren decir, pero su seguridad es su éxito, y nuestra inseguridad: el código de barras del azucarillo.

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