Cmo el resto, supongo, ando sobrecogido con lo de Ucrania. Quizá un poco más, porque pude viajar por el país y lo encontré maravilloso. En 2010 fui por allí con una comitiva de la Unión Europea para documentar (y en mi caso contar) el grado de penetración de la idea de Europa. Pudimos ver que era discreto. Unos niños, en una aldea remota del norte, cercana a la frontera bielorrusa, nos hicieron un poema al más puro estilo soviético en honor de un radiador que la UE había puesto en su escuela. Un hombre le dio de beber vodka a su cerdo para demostrarnos que no era radiactivo. Y una vieja en el campo nos dijo: sois los primeros europeos que he visto aquí desde los soldados alemanes.

Gobernada entonces por Yanukóvich, más simpático a ojos de Putin, Ucrania se debatía entre dos modos de ser, el de la democracia occidental y el de la sumisión política a Rusia, que implica siempre cierto grado de tiranía, como en los países latinoamericanos bajo la bota de la CIA. Aquella tensión se saldó con la revuelta Euromaidán, que trajo un avance democrático, un auge nacionalista y una peor situación para los rusohablantes alimentada y amplificada por la propaganda de Moscú, muy presente en Ucrania. No sé qué pasará mañana, pero sí sé que ayer vi un país en paz. 

Por haber recorrido esas ciudades, por haber hablado con prorrusos y europeístas ucranianos, por haber visto a los inenarrables raperos y skaters de Kiev, y haber tocado el timbre de la casa de la familia Bulgákov, ver ahora en la pantalla cómo se bombardea y viola la soberanía de Ucrania me da tanta rabia como escuchar a algunos analistas, mucho más versados que yo en los misterios de la geopolítica, hablando de Ucrania como si no fuera un Estado soberano: como si su suerte tuviera que estar siempre determinada por su vecindad. Una España en tiempos de Pepe Botella. El patio trasero de un ambicioso jugador de ajedrez imperial.

Por haber conocido esas calles, de todo lo que se ha visto ahora en televisión, lo que me ha impresionado más que el resplandor naranja de las bombas han sido los atascos kilométricos de coches, el éxodo interrumpido por los controles y las barricadas. Esos atascos son la pura desesperación de los habitantes de un país que deja de estar en paz de la noche a la mañana. Son la imagen más precisa de lo que eso significa. Que no se olvide a los jugadores de Warhammer lo que significa una guerra.