El eco que brota cuando te sientes completamente vacío, cuando te falta la esperanza y ya no percibes el sentido a casi nada. Son las circunstancias que nos han tocado. Una sensación de negativididad y desolación que nos va a costar superar. Paciencia al límite, propósitos desmoronados por tener que vivir atados de pies y manos sin saber quién cortará la cuerda que nos mantiene inmóviles, cuándo veremos algo de luz y qué día terminará por fin este caos.

No es ni medio justo que nuestros hijos hayan perdido dos navidades que jamás recuperarán, y aquí no vale pataleta alguna porque nos hemos quedado secos de gritos, de convivir con la apatía, cumpliendo el papel del débil que forzadamente se ha despojado de todo me parece peligroso.

Esto no funciona, no hay amparo ni consuelo, como tampoco hay contratos para los sanitarios que no hace mucho se dejaron la piel a pie de cama en las primeras olas, tampoco se esperan para ampliar el número de facultativos que trabajan a punto de desvanecer por las colas de pacientes impacientes que también viven cargados de miedo. Y nos sentimos estafados, porque un día nos dijeron quedaros en casa y nos quedamos. Nos dijeron: vacúnate, y nos vacunamos. Nos dijeron: no veas a tus familiares ni a tus amigos... No los beses, no los abraces y a poder ser ni te acerques. Y fue ahí cuando olvidamos el sabor de un beso y el calor de un abrazo. Si la mayoría hemos cumplido el trato, ¿por qué otros no lo hacen?

«Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo, te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio». Jamás un poema de Neruda fue tan acertado para describir una pesadilla muy real, soñamos incertidumbre. Y llega la Navidad, pero no hay nada que celebrar. O, bueno, igual, que seguimos vivos... Estos días suponían reencuentro con los seres queridos, el mismo que no se dará porque muchos no están y otros son invisibles, por eso pido perdón por escribir desde la tristeza que me brinda el tiempo vivido y por vivir.

Porque lo único que espero es poder empezar un año en el que todo esto acabe, mi deseo para muchos es que puedan ver por fin algunos de sus sueños cumplidos, que por fin nos deje de mirar ese tuerto enfurruñado. Y cuando intento encontrar un motivo de alegría, leo en las noticias, ensimismada, que el excéntrico de Sánchez Dragó se casa con una chica 57 años más joven y me desvanezco al grito de 2022: que te ondulen, por si acaso.