Seguro que acabamos sustituyendo la letra de White Christmas, el villancico más cantado del mundo compuesto en los años veinte por Irving Berling y popularizado en los cuarenta por Bing Crosby.

Canturrearemos la adaptación Cara Navidad a tenor de lo que vamos a pagar todo, sin excepciones, en estos días que vienen por delante muy propicios para los gatos extraordinarios.

Dicen los economistas que fundiremos lo que se ahorró durante la pandemia como si a estas alturas quedara algo después del verano, cuando en su antesala, ya decían lo mismo de romper la hucha y dar rienda suelta al fin del confinamiento.

A ciencia cierta, lo que habrá que hacer es afrontar la subida de los artículos de primera, segunda y tercera necesidad, y de los servicios de cualquier menester. 

Puede que me lleven la contraria pero no me digan que no subió el menú del día del restaurante en el que ocasionalmente y con ese régimen de viandas se dan ustedes un muy sencillo homenaje, si es que no lo hacen por obligación.

Han subido los cereales, la fruta y la verdura, la carne y el pescado, la leche y los huevos. La barra de pan si no es más cara es porque ha mermado de tamaño; lo mismo que pasa con las tabletas menguantes del turrón: comparen una de hace diez años con una del presente y llegarán a la conclusión de que han fichado jíbaros en las empresas del ramo. 

El saquito del pienso de la mascota se ha incrementado un euro. Cortarse el pelo, aunque se traiga menos, cuesta más.

Eso por no hablar de los carburantes, la luz, la bombona de butano y hasta la leña si se buscaba una alternativa energética menos onerosa.

Así que con este escenario, en las cenas de Navidad habrá que ir pensando en cambiar el cordero por la oveja, el gorrín por sus progenitores o la lubina salvaje por el fletán congelado de bolsa. 

Pasaremos del cava al vino espumoso y sustituiremos al gaitero por alguien de sidra con fama regional, nada de planetaria.

Ni qué decir tiene que las angulas, las nécoras o los langostinos se terminarán vendiendo por unidades y con una tarjeta del taxidermista. Sí, por si en vez de pasear el ejemplar ante los comensales, al estilo del torero en la plaza, se decide uno por disecarlo y ponerlo en una peana con la onomástica en una plaquita: «Diciembre del 2021: cara Navidad».