Una empresa gallega, Monbus, de muy justificada reputación en el servicio de movilidad en autobuses, gana legítimamente el concurso para el transporte periférico en el municipio de Murcia, recién transferido éste desde la Comunidad al Ayuntamiento capitalino. Desplaza así a otra empresa, Latbus, genuinamente murciana, de larga trayectoria en esta encomienda, que desde hace un tiempo ha vestido sus vehículos con imágenes de limones y marineras (producto frutal y hallazgo gastronómico que se consideran típicos de la murcianía), en un mensaje nada subliminal no dirigido a los usuarios sino a quienes tenían que resolver el concurso: somos murcianos y muy murcianos, como si esa condición tuviera que valorarse entre los méritos que se aportan en una licitación abierta al mejor operador, venga de donde venga. De nada les ha servido esa exhibición de patriotismo local a la vista de que son otros los considerandos que debía valorar el tribunal licitador. 

¿De nada les ha servido?

Las nuevas líneas se estrenan con quejas de los usuarios por el caos en los autobuses

LATBUS GANA EL CONCURSO. A la vista de lo que está sucediendo pareciera que Latbus, que formalmente debiera enfrentarse a un proceso de liquidación, ya que se ha quedado sin actividad, hubiera ganado el concurso. La nueva empresa concesionaria ha asumido a su plantilla de trabajadores, bien que por condición concursal expresa, pero también se ha residenciado en sus instalaciones, utiliza sus cocheras, hace uso de sus talleres, dispone de parte de la flota, y lo más estupefaciente es que ha asumido a la totalidad del equipo directivo. Es decir, las mismas personas, con nombres y apellidos, que han hundido una empresa histórica, siguen siendo las gestoras de la que viene a sustituirla, que además contribuye a salvar mediante alquileres o convenios un patrimonio que ya ni siquiera pertenece más que nominalmente a Latbus, ya que ésta se encontraría entrampada en una cifra que rodea los treinta millones de euros.

LOS MISMOS PERROS CON DISTINTO COLLAR. Este dato es especialmente interesante si lo apreciamos desde una perspectiva perpleja por todo este jaleo. Resulta que los gestores de la nueva concesionaria van a seguir siendo los mismos, pero los contribuyentes, los bancos, la Seguridad Social y los pequeños proveedores de Latbus se pueden ir dando con un canto en los dientes, pues no van a cobrar nada o bien poco de la bolsa de la deuda. A efectos prácticos es como si hubieran dado un cambiazo corporativo. Ha desaparecido en la práctica la empresa (un ente abstracto) que les debía el dinero, pero los gestores de la misma (entes corporeizados y con DNI) siguen cobrando sus sueldos mediante el nuevo contrato que les facilita la concesionaria alternativa. Ningún juez podría calificar este caso de alzamiento de bienes o tipificaciones similares, pues es bien claro que quienes han destruido Latbus no han creado otra empresa para seguir manteniendo su actividad con otra marca sino que sencillamente Monbus los ha sacado instantáneamente del paro para que sigan haciendo exactamente lo mismo. 

Casi da pena observar la indignación de los usuarios del transporte público al constatar que los bonos adelantados a Latbus no alcanzan a la totalidad de lo pagado, por cese de actividad de la empresa. Tal vez no han caído en la cuenta de que los mismos que se los vendieron siguen siendo los gestores de la nueva marca a la que a partir de ahora pagan sus billetes. Los mismos perros con distinto collar, por decirlo en refrán castellano. Pero es que esto es, en realidad, un aspecto anecdótico de la cuestión, pues la clave está en que el cambio de operador es, en la práctica, una simulación, ya que los gestores del desastre del transporte público murciano siguen siendo los mismos, por mucho que ahora el Consejo de Administración resida en Galicia.  

Tendría gracia que el Juzgado de lo Mercantil que sin duda supervisará la gestión y la solvencia de Latbus tuviera que citar a los responsables de esta empresa distrayéndolos de la gestión que desarrollan en la nueva, sobre la que nadie podría apostar que será más excelente que la que practicaban en la que, por murcianía proclamada con limones y marineras en las fachadas de los autobuses, les era más propia. 

GRAN CRISIS Y GRANDES SUELDOS. No ha trascendido que los recontratos de los gestores de Latbus por Monbus alcancen las mismas cifras que mantenían originariamente. Tal vez les hayan rebajado los sueldos, ya que una de las causas por las que Latbus no renovó la concesión podría referirse a los elevados emolumentos que recibían sus directivos, en algún caso directa o simuladamente al estilo Cospedal, pero en todo caso impropios de una empresa en crisis que habitualmente retrasaba los pagos a sus trabajadores, que acumulaba una deuda estratosférica y que, en consecuencia, su servicio era más que cuestionable. Tal vez los gallegos hayan modulado esas nóminas, a la vista de la marcha de la empresa, mantenidas en una huida hacia adelante, en la previsión del colapso que finalmente se ha producido. Ande yo caliente y ríase la gente. 

Lo sorprendente es que el pretexto implícito para mantener el gabinete gestor de Latbus por la nueva concesionaria sea que éste dispone de la información de proximidad cuando se supone que si Monbus ha ganado el concurso es porque ha convencido al tribunal que decidía la concesión de que ellos eran autosuficientes y competentes, además de que disponían de los medios, la información precisa y las infraestructuras necesarias. 

El consejero Díez de Revenga dice que "ha llegado el momento de que la Región de Murcia disfrute un sistema de autobuses interurbanos del siglo XXI...". ¡Ha llegado el momento tras 22 años de avance del siglo y16 de gobiernos de su partido!

PERDER SIN PERDER. Una pregunta pertinente, a esta altura del relato, sería: ¿Eran conscientes los gestores de Latbus de que debían perder el concurso para no hacer frente al pago de las deudas de la empresa mientras tenían opción a seguir manteniendo sus empleos en la gestión del transporte público, algo así como empezar desde cero sin responsabilidad anterior alguna? No es posible responder a esta pregunta, pero es muy legímito emitirla, dado lo que tenemos a la vista. Y esto a pesar de todas las oportunidades, pues es preciso recordar que Latbus ha sido beneficiada por incontables prórrogas de su contrato, una tras otra, sin justificación coherente alguna, hasta que ya era improcedente mantener esa situación, sobre todo cuando el Ayuntamiento debía hacerse cargo de la gestión del transporte en pedanías, es cierto que en unas condiciones leoninas por parte de la Comunidad autónoma, completamente desentendida de un servicio que ha venido malfinanciando desde incontables años. 

Mientras tanto, ni los autobuses, o buena parte de ellos, respondían a las condiciones establecidas por la ley, ni la Administración (a la autonómica me refiero, y esto dicho en favor de la empresa) facilitaba los medios que la demanda establecía. Al final, casi carecía de sentido que Latbus, una empresa en permanente conflicto laboral, con la administración concursal al acecho y prestadora de un servicio ineficiente, aspirara a renovar un contrato para cuyo mérito había renunciado en la práctica. 

LÍNEAS A NINGUNA PARTE. Ahora la Comunidad y el Ayuntamiento están gestionados por partidos distintos, pero no es muy diferente a cuando el PP gobernaba en San Esteban y La Glorieta. Valcárcel y Cámara iban por caminos distintos, hasta el punto de que la instalación del tranvía con dirección a ninguna parte (o mejor, para facilitar los negocios de las urbanizaciones nonatas del futbolero Samper y de la Universidad privada de Mendoza) por cuenta del segundo duplicó las líneas de comunicación con los autobuses autonómicos hacia Nueva Condomina mientras quedaban desasistidas pedanías del sur con más necesidad de comunicación con la urbe capitalina. Tiempos de despilfarros y despropósitos que aún siguen lastrando un servicio público esencial. 

Pero lo llamativo es que si en su día Valcárcel y Cámara se llevaban como el perro y el gato a estos efectos, dentro de su habitual simulación de cordialidad, la actual concejala socialista de Movilidad, Carmen Fructuoso, se desempeña, consciente o inconscientemente, como una fan de la política de la Comunidad autónoma en el sector, aun siendo éste manejado por el PP. En vez de denunciar el improvisado endoso que el Gobierno ha hecho al Ayuntamiento sin poner un euro, se dedica, en declaraciones y en redes, a cantar la excelencia de los nuevos servicios municipales, y esto en contra de los testimonios de los propios usuarios y de las asociaciones que defienden el transporte público, cuyas voces se escuchan a la vez, y en estos casos como consecuencia práctica del ejercicio del uso, no de los prematuros deseos del gobierno municipal.

 Esta concejala llegó incluso a rozar la ‘prevaricación verbal’ cuando declaró, una vez resuelto el concurso para el transporte periférico en la capital, que ‘no habían podido hacer más’ para que ganara la empresa murciana, lo que indica una preferencia política por una empresa determinada, por mucho que se vista de pretexto localista. Un gesto de estas características tal vez explique la continuidad de los directivos de Latbus como gestores de la nueva concesionaria, pues es sabido que los empresarios que trabajan para la Administración suelen atender los deseos de sus contratistas. No hay más que recordar el caso delexconcejal del PP Roque Ortiz cuando advertía a ciertos trabajadores de las empresas públicas municipales sobre a quiénes debían el empleo y, por tanto, lo que habían de votar. La pregunta es legítima: ¿se mantienen los gestores que arruinaron a Latbus al frente de Mombus por indicaciones políticas? No es posible responder a esta pregunta, pero viene provocada por los ‘deseos’ que rezuman de las declaraciones de la responsable municipal de Movilidad. 

EL SIGLO XXI LLEGA AL FINAL DE 2021. Pero esta mezcla de infantilismo político y de perversidad solapada del socialismo municipal es casi un pecado venial respecto a la actitud del Gobierno de la Comunidad autónoma en política de transportes. Advierto al lector que el entrecomillado que viene a continuación puede herir gravemente su sensibilidad. Pertenece a un tuit del pasado 30 de noviembre, escrito por el consejero de Transportes y otros etcéteras del Gobierno regional, José Ramón Díez de Revenga. Dice así: «Ha llegado el momento de que la Región de Murcia disfrute [sic] un sistema de autobuses interurbanos del siglo XXI...». ¡Ha llegado el momento del transporte del siglo XXI en la Región de Murcia! Exactamente a pocas semanas de que suenen las campanadas que anuncien el año 22 del siglo, y tras dieciséis años de gobierno del PP, en una parte de los cuales Díez de Revenga ha sido y es consejero de la cosa y antes secretario general del mismo departamento. Mientras tanto, la Región ha sido, por parafrasear su argumentario, una isla autobusera, bajo sus competencias y las de su partido. Y justo cuando ‘llega el momento, en la tercera década del siglo, resulta que es un desastre, advertido públicamente por el consejero mismo. Se trata de una contratación de ensayo, pues todas las inversiones previas, anunciadas pomposamente, en planes y estudios, no han servido para nada, ya que al final de lo que se trata es de constatar en vivo y en directo cómo funciona el invento durante dos años para, al final de los cuales, volver a convocar un nuevo concurso. Ensayo y error en las espaldas de los ciudadanos contribuyentes. Y, por supuesto, este consejero no dimite, a pesar de su incapacidad manifiesta. ¿En qué burbuja se refugian estos nefastos gestores para que, encima, presuman de excelencia?