Empecé a ponerme camisa porque me gustó War Games (John Badham, MGM, 1983). David, el zagal introspectivo que iba mal en el instituto pero se pasaba todas las máquinas y podía cambiar sus notas hackeando a su escuela, y que se ligaba a una chica seria, y empollona, y guapa (Ally Sheedy) que iba en moto, llevaba sudaderas grises con capucha… y camisas; además, claro, de provocar el fin del mundo y luego salvarlo. Matthew Broderick, David, llevaba una camisa abierta, con camiseta debajo, y molaba. Tuve buen ojo con mis siete añicos, que luego David (Broderick) se casó con Sarah Jessica Parker, nada menos. Estas cosas reafirman que uno tuvo ojo para sus ídolos, aunque fueran temporales y asociados a las camisas. 

Recuerdo perfectamente que le pedí a mi madre que me comprara camisas. Incluso empecé a querer ir de compras con ella para elegirlas y fue como un paso adelante en aquello de ser un poco más mayor. Desde aquello siempre he sido muy de camisas en muy distintas formas. Sí, caí en aquella de las camisas de leñador, vaqueras (hasta hoy), por ejemplo. Aunque nunca he tenido una de cowboy, ni rosa, que tuvo su tiempo, cuando la peña llevaba calcetines de rombos y el dobladillo de los vaqueros por los tobillos. Hablamos de mediados de los ochenta, y esto es antes de hacer la comunión, para entendernos. Aún me costaba dormir la noche de Reyes y ya podían regalarme camisas, que me iba a gustar.  

Pues esto de las camisas que para mí fue tan marca clara en la evolución vital es de esas cosas que como padre crees que tienes las claves, porque te acuerdas, y porque para ti son importantes. Es más, son clave, son parte de un todo, y sin embargo en los 10 a 13 años de hoy no aparece nada parecido. Ni atisbo. La camisa es una prenda absolutamente denostada, perdida, olvidada. Es más, es una especie de enemigo absoluto. Cuando les digo a mis hijos que yo a su edad quería que me regalaran camisas me miran como si estuviera loco de atar. Y ahí va la cosa: Soy un padre. Vivimos en nuestra realidad y no es la realidad de ellos, evidente. Pero qué punzada. Y es bonica, porque la punzada es sólo porque ellos no puedan sentir la ilusión que tú tenías por cosas que ellos, obviamente, no tienen. Aunque luego haya otras cosas, como nuestro Real Murcia, que sí han heredado de forma natural. Y que nadie se ría, que yo no he tenido nada que ver. Y bueno, un póster de War Games sería un buen regalo para esta Navidad. O una camisa…  

¿Te ponías camisa de pequeño? Vale.