Seguramente todos hayamos tenido alguna vez un familiar que ha estado hospitalizado y que haya necesitado de cuidados sanitarios para mejorarse lo antes posible. Está claro que el hospital no es un lugar al que alguien le apetezca pisar por gusto, aunque nos pusieran una cama cómoda y nos sirvieran la mejor comida que pudiéramos imaginar.

Evidentemente el estar enfermos no depende de nosotros, por ello lo que mejor puede ofrecer un hospital dentro de su carta de servicios es su calidad humana. Recientemente una de mis hijas ha tenido que estar ingresada en la planta de pediatría del Hospital Universitario de Santa Lucía, recibiendo un trato muy cercano por todos y cada uno de los que forman parte del equipo, que no dejaron de mostrar en cada momento gestos de cariño con todos y cada uno de los niños de la planta.

A todos nos da un vuelco el corazón cuando vemos a una persona enferma, pero más aún cuando se trata de un bebé indefenso que no puede manifestar lo que siente, por ello la implicación que deben de tener todos los sanitarios que trabajan con niños es vital y requieren estar hechos de una pasta distinta.

Formación, dedicación y experiencia son tres pilares esenciales en los que se respira en la planta de pediatría del Hospital de Santa Lucía, donde no me quiero imaginar el trabajo extra que tuvieron que tener, al igual que otros departamentos, cuando estuvimos en el momento fuerte de esta pandemia.

Aprovecho estas líneas para agradecer ese esfuerzo que por parte de los profesionales que componen esta unidad hospitalaria hacen todo lo posible por dar todo de sí para conseguir que los niños y bebés puedan volver pronto a la calle para jugar y reír.

No hay nada más confortable que la risa de un niño, siendo está la única recompensa que se pueden llevar a casa tras una larga jornada de trabajo.

Termino este artículo agradeciendo este trato correcto y esmerado que en este tipo de situaciones se requiere, ya que como dice la frase 'Con amor todo se cura'.