Que el Consejo General del Poder Judicial parece estar bajo sospecha es evidente. Que en ese ponerlo bajo sospecha ha tenido que ver mucho la no renovación del mismo, por la incapacidad de los partidos de llegar a acuerdos, es también patente. Pero que el portavoz del grupo parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, pregonase que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) no tiene «legitimidad democrática» es absolutamente escandaloso. Porque no se quedó aquí, proclamó a los cuatro vientos que Maritxell Batet, la presidente del Parlamento, quien se limitó a cumplir lo que dictaminaron los jueces, al suspender el escaño del diputado de Podemos Alberto Rodríguez, había prevaricado. Un auténtico despropósito.

Este desbarre de Pablo Echenique (algo a los que nos tiene acostumbrados) ha surgido al hilo del retiro del acta de diputado de Rodríguez por parte de la Presidenta de la Cámara Baja, Maritxell Batet, que lo único que ha hecho ha sido respetar las decisiones del CGPJ. Porque no podemos olvidar que Rodríguez ha perdido su escaño después de que fuese condenado por el Tribunal Supremo, encargado de juzgarle por ser aforado, tras ser acusado de golpear a un policía durante una manifestación. Batet anunció el pasado viernes que dejaba de ser diputado, y poco después el señor Echenique anunciaba una querella de Podemos contra la presidenta del Congreso.

Todo tiene un límite. Una cosa es la pertenencia al activismo y otra el formar parte del Gobierno y actuar como si se encontraran en las barricadas. La incontinencia verbal del señor Echenique le ocasiona hacer el ridículo muchas veces, pero creo que en esta ocasión ha sobrepasado todos los límites. 

La señora Batet solo ha cumplido las resoluciones judiciales, como no podía ser de otra manera. Que el portavoz del grupo que forma parte del Gobierno le haga semejante acusación, animando a Rodríguez a presentar una querella criminal contra ella, es incomprensible para cualquier persona con un mínimo sentido de Estado.

Algo de lo que, al parecer, el portavoz parlamentario de IU-Podemos carece absolutamente, puesto que en su intervención animaba a presentarla al propio Rodríguez «con el apoyo» del grupo parlamentario, pues entiende que hay «indicios claros de que puede haber prevaricación» (en cualquier otro país europeo esto sería de traca). 

Pero como, según parece, Alberto Rodríguez tiene una mayor capacidad de reflexión que el lenguaraz Echenique, y como, por otra parte, está siendo asesorado convenientemente, ha optado por renunciar a la querella a Batet e intentará probar en los órganos europeos su inocencia, a la vez que deja la militancia en Podemos. 

Con su decisión ha demostrado más altura política que el señor Echenique o la señora Ione Belarra, líder de Podemos y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, que se permitió subir a su Twitter: «Alberto Rodríguez fue condenado a pesar de que las pruebas demuestran que él no estuvo allí. El objetivo era quitarle el escaño El Supremo presiona a la presidencia del Congreso para retirárselo aunque ambos saben que no es lo que dice la sentencia. Prevaricación».

Una absoluta barbaridad, porque como apunta la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en su respuesta en un comunicado a este desatino de Ione Belarra, esta «afirmación excede absolutamente los límites del derecho a la libertad de expresión, máxime cuando quien realiza esas manifestaciones es un miembro del poder Ejecutivo, lo que sitúa las relaciones entre dos poderes del Estado en un plano completamente indeseable».

En las empresas dan un cursillo de adecuación a aquellos a los que promocionan. En política estaría bien formarles sobre la dignidad de sus puestos.