Hace varios meses que sigo el surrealismo hecho realidad, y es la historia de ese hombre, enfermo de covid, que fue tratado en un hospital español por razones humanitarias y que, a pesar de ser un prófugo buscado por la Justicia española por asesinatos, detenciones ilegales, genocidio, torturas y otras minucias, fue devuelto a su casa por razones desconocidas, con cariño y con los mejores deseos, utilizando para ello documentación falsa con la que burlar los pocos controles que pasó.

El surrealismo no viene porque un presunto criminal de esa talla consiguiera dar esquinazo a los servicios de seguridad, ni porque fuese un escurridizo. Entre otras cosas, porque cuando el hombre entró en España venía intubado, en estado crítico y teniendo que ser trasladado desde el avión hasta el hospital en una ambulancia, de esas medicalizadas, imagino que pagada por todos nosotros. Y en ese estado dudo mucho que tuviera alguna posibilidad de burlar, al menos conscientemente, ningún sistema de seguridad.

Lo surrealista viene porque ha habido alguien que ha urdido un plan para que ese tío entrara en España (y de paso en la UE) pasándose por el forro los sistemas de vigilancia y control más elementales. Que ese mismo personaje misterioso se ha ocupado de tener dispuesta documentación falsa para evitar que el hombre fuese descubierto (en balde, ya ves) y que hasta se ha preocupado de ir hablando con quien fuese necesario para que la entrada, la estancia y la salida del hombre del territorio español, ni fuese descubierta, ni causara el conflicto que causó con marruecos, y que provocó que miles de marroquíes asaltaran la frontera. Normalmente, con un culebrón así, me daría la risa, pero este guirigay es para llorar. No es sólo por ver con qué alegría se despilfarran los medios públicos, esos que el sufrido ciudadano paga con sudor, sino cómo a partir de un nivel parece que la impunidad sea la regla.

No dudo que se le tuviera que atender por razones humanitarias. Que sea un presunto criminal no le quita derecho a ser tratado como una persona, que lo es, y a que se luche por su vida, con todos los medios a nuestro alcance y hasta el último intento. Pero es evidente que el motivo de todo esto no era proporcionarle asistencia médica. El motivo era evitar la acción de la Justicia. El hombre tiene nacionalidad española, podría haber ido al hospital español que más rabia le hubiera dado, con todo el derecho y la razón del mundo. Pero asumiendo que una vez que pusiera un pie en territorio español, debía responder por las causas judiciales por las que está imputado.

Recuerdo cuando unos amigos no pudieron subir al avión con destino a París, para ir a Eurodisney con Cayetana, su hija, porque su pasaporte de bebé acababa de caducar, y sólo pudieron partir cuando lo tenían todo en regla y lo acreditaron. Se ve que, en este país nuestro, si eres un delincuente te dan un trato de favor, pero si eres un ciudadano cumplidor, el premio es el peso de la ley en toda su extensión, y pobre del que se mueva.

Sin embargo, yo sigo creyendo en la Justicia. Es lenta, es verdad. Pero inexorable. Y llega. En cuanto al personaje misterioso, imagino que se le estará atragantando el código penal por varios sitios. Por ahora, se ha llevado por delante una falsificación de documento público, una o varias prevaricaciones, un encubrimiento y al menos un delito de obstrucción a la justicia y, en fin, para qué vamos a seguir.

Parece como si el personaje se encontrara en una de esas esferas, en las que la acción de la justicia de los mortales, rara vez te alcanza. Pero como te digo, sigo creyendo en la justicia. Hay delitos de cultura popular, que no están tipificados pero que son sagrados: las trampas, las mentiras y, sobre todo, las torpezas, al final, se acaban pagando.