S i esto fuera Nueva Orleans, El Litri sería un mito. Bueno, no lo es. Murcia, digo. Pero El Litri es un mito. Es tiempo raro este del coronavirus para hablar de personajes, dicho con admiración, por supuesto, porque si ya es difícil acertar a dedicar unas palabras a gente que te puedes cruzar por la calle, lo es más en estos tiempos en los que hacerlo parece que obliga a pensar en el tiempo que se nos escapa por la punta de los dedos cada vez más rápido. Aspereza existencial. Será que la nostalgia se va inclinando más hacia esa pena que me advertían los mayores. Aun así, palabras hoy y a la cara en la calle, o en el bar, mejor dicho, que leer sigue siendo posible.

Ahí está su imagen grabada con calor de días de verano en la ciudad, en el torso de la película que nos atrapaba en la barra hablando de fútbol. Del Murcia. De actrices de los cincuenta. De la ciudad que se nos fue. No conozco deje murciano más auténtico y capitalino que el de El Litri defendiendo el desastre de nuestro Real Murcia desde el más profundo amor. Representa toda esa forma de amar áspera y jocosa, tierna y cercana a la vergüenza torera. Valor de ciudad. Así no es nadie en el mundo, créanme.

Acento no. Es deje. Es clarividencia en la ironía. Es finura adquirida por miles de conversaciones al golpe, entre copa de vaso de tubo y limpiar la barra impoluta de su Din Don, ese lugar atemporal en el que Murcia hace picoesquina con el mundo entero. Si Platón hubiera hablado de picoesquina en vez de caverna, ahí tendríamos al mito murciano con El Litri platónico a la barra, con su sonrisa giocondiana y sus paseos por el interior del bar en la que más rápido se ha pensado muchos días, muchas noches, muchos veranos y noches de Champions. Pensar sin pensar. Dejarse ir con El Litri cerca ha sido almohada de mucha gente, toda importante, que confluía en su regazo como en un cuadro de Hopper en una época más oscura pero mucho más realista, de mezcla indeterminada pero comunes angustias y alegrías.

Me dijo el amigo sabio que escribir de gente que ha estado en tu vida, aunque sea de pasada, es gratificante, sobre todo, de quien no se lo espera. Supongo que El Litri hoy se llevará una sorpresa y eso es algo que, amigos lectores de esta ya casi vieja columna, es más que suficiente para que sigamos teniendo sentido en cuatrocientas palabras. Y que los domingos traigan algún buen recuerdo y alguna sonrisa emocionada. Así que gracias, Litri, y salud siempre para tu picoesquina universal. Vale.