Y si el Mar Menor fuera una metáfora de la Región de Murcia? Hace décadas que no se puede respirar. Sobre todo aquellos que solo quieren entrar en profundidades, comprender la deriva existencial en términos científicos. Atendiendo a la razón y no a la emoción o a lo superficial. Especializados en apnea, no osan asomar el hocico para opinar a contracorriente. ¡Qué le corten la cabeza! Retumban las redes a la más mínima, como si fueran la reina de corazones de la verdad, al abrigo de palacio.

No hace falta ser Einstein ni decretar alertas para comprobar como la presión va hundiendo en los fondos abisales a los que, contra viento y marea, aún se mantienen a flote con un pensamiento crítico.

Una gran mayoría, por su parte, nada en la nada, vapuleada por los bulos, a golpe de trombas de desinformación que les arrastra, como mínimo, a la equidistancia.

A otra minoría, que amenaza el ecosistema en términos globales, es conocido que no les llega el oxígeno al cerebro. No sé si será anoxia, falta de fotosíntesis, aunque lucen un falso verde, o, seguro, exceso de testosterona. Como los tiburones, son capaces de rematar lo que agoniza.

Como si fuera un circuito cerrado, nos ahogamos sin posibilidad de conectar con otra forma de hacer, pensar y navegar.

Las golas que hay que abrir son hacia una Europa que tiene en el medio ambiente su principal horizonte. Y, por qué no decirlo, una España que, en contra de la mayor catástrofe mundial habida hasta el momento, es capaz de liderar el porcentaje de vacunaciones y la recuperación del empleo.

Quizá ya me estoy metiendo en el fango, pero o se cambia de rumbo o perdemos, aparte de la dignidad y la humanidad, nuestro principal tesoro.