Ya quedó demostrado que grandes compañías, y encima alemanas (¿no eran todos protestantes puritanos que no sabían mentir?), eran capaces de estafar al personal con lo de la medición de emisiones de gases irrespirables y otras pequeñeces que envenenan nuestra atmósfera. Esos que inventaron lo de que el dinero no servía para comprar la remisión de tus pecados, han saldado su culpa pagando una multilla y siguiendo tan contentos fabricando coches y metiendo mierda en la atmósfera por los tubos de escape. Pero cuando se ha pecado una vez, se puede pecar cientos. Y ahora el pecado que se está cometiendo, en este caso por todos los fabricantes de coches occidentales, es de proporciones descomunales. Me refiero, por supuesto, a los coches eléctricos, que en China ya se venden a precios de saldo comparados con los precios europeos y americanos. ¿Quién está tratando de engañar a quien? ¡Adiviiina?!, como diría José Mota.

En los libros de empresa se cuenta la réplica que dio el CEO de General Motors a un comentario del fundador y entonces CEO de Microsoft, Bill Gates. En una conferencia universitaria, este apuntó que si la producción de automóviles hubiera seguido la progresión de los ordenadores, los coches andarían miles de kilómetros sin reponer combustible y costarían apenas 2.000 dólares. A lo que el CEO de GM contrapuso que si los coches hubieran seguido la evolución de Windows, el sistema operativo de Microsoft, habría que pararlos y arrancarlos de nuevo cada pocos kilómetros (el famoso reset) y habría que presionar un botón que pusiera ‘inicio’ para apagar el motor. De hecho, Windows mantuvo hasta hace poco tiempo el botón ‘Inicio’ en la barra de comandos que desplegaba a su vez un menú con la opción ‘Apagar’. La historia tiene su cosa y es verdad que el comentario de Bill Gates era básicamente tramposo, porque el hardware no evoluciona tan rápido como el software. Aún así, tenía toda la razón en denunciar que la industria del automóvil había evolucionado lo mínimo, por decir algo, durante su siglo largo de existencia, al contrario que el aumento de la capacidad, junto con la espectacular disminución de precios, del sector informático.

Pues bien, a los constructores de coches le ha llegado su hora de la verdad en forma de coche eléctrico. Y la mejor muestra de la feroz resistencia al progreso por parte de la industria automovilística es que haya tenido que llegar un completo outsider como Elon Musk para revolucionar su industria. También se estudia en las escuelas de negocios la evidencia de que si los propietarios de la industria del ferrocarril, pionera en la movilidad de personas y mercancías, hubieran estado atentos a lo que pasaba en el mercado, ellos hubieran creado las industrias del automóvil, que acabaron dejando obsoletos los trenes.. Es comprensible, pero no deja de ser una estupidez, que los accionistas de una empresa a los que le va bien con lo establecido, se resistan a cambiar poniendo en peligro su fuente de ingresos. Pero no significa otra cosa el concepto de destrucción creativa que ha convertido al sistema capitalista en un motor de progreso económico tan eficiente, basándose en la innovación tecnológica que convierte en antiguo rápidamente cualquier invento anterior.

El emprendedor más visionario de la historia, Andrew Grove, lo dejé grabado a fuego en el título de su imprescindible libro, Solo los paranoides sobreviven. Él y su empresa Intel sobreviven hasta nuestros días dejando continuamente obsoletos sus propios productos aunque todavía tengan gran éxito en el mercado. Se atacan a sí mismos con nuevos productos en vez de dormirse plácidamente en los laureles del éxito anterior.

Si hubieran leído al fundador de Intel, o mejor, si se hubieran aplicado sus lecciones, los líderes de las grandes constructoras de coches como Volswagen, Toyota, Mercedes, Renault o Stellantis (la unión de Fiat Chrysler y PSA) hace diez años que estarían fabricando coches eléctricos como churros y vendiéndolos a su coste real de fabricación más todos los márgenes de beneficio que hubieran querido ponerles. No lo han hecho (estúpidos ellos) porque no se atreven a confesar que hasta el más tonto puede fabricarse un coche eléctrico por cuatro euros con el kit adecuado. Y que con los recursos industriales que tienen, podrían cuadruplicar la producción de coches bajando el precio hasta la octava parte. Los chinos, que no tenían industria del automóvil térmico digna de mención que hubiera que defender (porque no han sido capaces de copiarla dado que el motor de combustión interna es una maravilla tecnológica de ingeniería de precisión reservada a los ingenieros alemanes) se están llevando el gato al agua de los coches eléctricos. Un motor eléctrico, un poco chungo pero eficaz, ya los fabricaba Scalextric cuando yo era un zagal que no levantaba un palmo. Los primeros coches de la historia que se concibieron fueron eléctricos, pero obviamente fallaba la autonomía por la ausencia de baterías con capacidad y fiabilidad.

Elon Musk, que dirige una compañía nacida de la nada que ya vale en Bolsa más que los cuatro mayores constructores de coches americanos juntos, se ha centrado desde el principio en fabricar coches eléctricos premium, dotados de un software muy avanzado denominado Autopilot. Y por ese hueco se han metido Mercedes, Audi y BMV. Lo que no vemos por ningún lado son los coches eléctricos utilitarios de menos de 5.000 euros que ya se ven por doquier en China, donde se pueden adquirir a través en una tienda online desde 3.800 euros más o menos, con una bajada de precios del 50% en los últimos cinco años. La verdad es que yo no me compraría un coche chino, porque valoro bastante mi integridad física. Pero entre tanto lujo y tan poco precio, debe haber un punto intermedio razonable.

Sea por la presión de los chinos o, más probablemente, por librar al planeta y a las ciudades de las emisiones de gases perniciosos, la realidad es que el coche eléctrico acabará imponiéndose. Pero no estamos ni mucho menos en el buen camino. Yo, por el momento, me voy a esperar para comprar un coche eléctrico a que los precios bajen o a que las subvenciones aumenten, que tanto monta, monta tanto.

Lo contrario sería malgastar mi dinero.