Total, al fin y al cabo, lo tengo esto controlado. Como para no tenerlo, si yo estoy detrás del 23 F. Si no, piensa, mi querido Jordi, quién da el golpe de Estado. El capitán general más monárquico de todos, Milans. Mi preceptor y confidente durante muchos años, Armada. Y la institución militar más disciplinada, la Guardia Civil. Son las 20 horas 20 minutos, en cuanto me diga su opinión Sabino, mi padre y el jefe de la república francesa, decido si sigo para adelante o doy la orden de retirada. Menos mal que esta vez el monarca demérito, se asesoró bien y no acudió a los personajes habituales de los que les gustaba rodearse, flor y nata de las finanzas y negocios más o menos claros.

Pues eso, ese fallido golpe de Estado que este año ha llegado a los 40, se frustró dicen gracias al Rey. Otros piensan que a pesar de él. Pero, bueno, la historia supongo que alguna vez nos aclarará lo sucedido en los días previos al 23, como por ejemplo si es verdad que a su amante totanera le advirtió o no el 22 que al día siguiente no saliera de casa. ¿Quién dice la verdad? Los libros que sostienen que detrás del golpe estaba el rey o los que mantienen que fue el salvador. Cuando se desclasifiquen los papeles se sabrá, si es que antes no se han destruido. Aquí se va a cumplir la Constitución, respondiendo ante Dios y la historia solamente. Su amigo Jordi Pujol también querría que fuese así, pero no, él no es rey, por lo que no sé si será Dios quien lo juzgue, pero los jueces humanos sí lo van a hacer. Y eso porque, gracias a Dios, conserva una extraordinaria brillantez mental incluso para escribir un libro titulado Entre el dolor y la esperanza que desde luego pienso leerlo detenidamente, cuando se traduzca al castellano, claro.

Nadie, como dirían en Andalucía, le echó cuentas al bueno de Maragall cuando en pleno Parlamento catalán preguntó por el 3% de comisión del partido político de Pujol. Y no solo no lo escucharon, sino que además tuvieron que soportar que el citado Jordi les echara una bronca de muy señor mío a todos los parlamentarios por poner su nombre y honor en duda. Pero hete aquí que como el tiempo pone a todo el mundo en su lugar, hace unos años se vio obligado el expresidente a confesar sobre su dinero en Andorra, y todo ello gracias a la expareja de su hijo que se hartó de ver maletas con dinero camino del Principado. S

olo unos 3,5 millones de euros. Eso sí, fue sin querer porque él estaba mas preocupado por servir a Cataluña que de ocuparse de sus asuntos personales, que siempre los dejaba para mañana, afirma en su libro. Salvo para tener siete hijos, todos o casi todos en el ajo, parece ser, que los tuvo por dos razones, una por fe cristiana, y otra por patriotismo. Y pienso que muchos patriotas como él arruinan al país catalán y hasta el español. Justifica su actuación en que en un proyecto de vida caben la codicia y el poder, pero también la generosidad, la pasión por el bien común y el altruismo (apostillo: quizás signifique en catalán otra cosa, pero en castellano es justo lo contrario). Sigue, en su libro, manifestando que está preparado para la cárcel, la ruina y la muerte, pero no para el deshonor y la vergüenza pública (y vuelvo a apostillar, a buenas horas barretina mía). Pero lo que más me gusta es cuando dice que le gustaría ser Jonás, para tirarse al mar y calmar la ira de Dios, expiar el pecado y así, salvar la ciudad de Nínive (nación catalana). Y es que el concepto que tiene don Jordi de lo sucedido es genial: me salté un semáforo en rojo, cometí un fallo por ligereza, desidia y debilidad. Nadie te va a decir ya «tranquilo Jordi, tranquilo».