No lo consiguió Cuerda. No lo consiguió Almodóvar, ni los de Gomaespuma. La escena que tuvo lugar esta semana en el programa 8 Magazine de la tele autonómica de Castilla y León, en erecto directo, superó cualquier parodia surrealista brotada del ingenio de los humoristas o los cineastas. Ni en un millón de años podrían haber creado todos ellos, en cooperativa, tecleando sobre cien máquinas de escribir situadas en hilera, acompañados por ocho millones de chimpancés haciendo lo mismo, una escena cómica tan redonda como la que protagonizó Sonsoles Soto, de setenta años, con un simple poema leído en la tele.

El único que se anticipó un poco fue Juan Carlos Ortega. Uno de sus personajes, una de sus señoras radiofónicas, ha cobrado vida. «Erectos deseos mañaneros para Sonsoles, hembra deseada», se titulaba la composición en verso libre (o libertino) que decidió leer doña Sonsoles, de cuerpo presente. Se la había dedicado Manuel, un amigo suyo ya difunto, y ella incluyó el poema en su propio libro, abierto al azar por esa página. Dijo que le parecía una dedicatoria muy bonita y la presentadora se impacientó un poco y la empujó a leer, así que Sonsoles, con una dicción concienzuda, de trompicón escolar, fue encadenando los primeros versos, y dijo que «solo quisiera abrir tus provocativas piernas para acceder al húmedo tesoro de tu vulva y absorber tu clítoris», y siguió con lo de «penetrar en tu vagina con mi lengua rígida», y cosas por el estilo, ante la estupefacción de toda España.

La culpa es de Juan Carlos Ortega

«Quiero ahí hurgar y lamer», seguía doña Sonsoles, con la permanente perfecta, venciendo a la miopía desde sus gafas grandes, dispuesta a llegar hasta el final de aquella metralla de versos lúbricos, explícitos, prohibidos en el puritano Facebook, castigados en el mojigato franquismo, condenables (incluso) en ciertos bares de carretera, en los que ella, como le diría más tarde a la periodista María Zuil en una entrevista, no veía «nada sucio». ¡Pues claro que no! Decía Joaquín Reyes disfrazado de Madona que el sexo sólo es sucio cuando no te lavas.

Escuchando leer a doña Sonsoles, tan natural y contenta, pensaba que no tiene perdón de Dios que, con Dios siempre en la boca, los turbios curas de antaño cerrasen las puertas de la sexualidad para toda esa generación. Si existe el cielo, seguro que están todos en el infierno.